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Así se vivió la segunda edición del Festival Fauna Otoño

Ya va un año desde que la organización del Festival Fauna Primavera (originalmente Primavera Fauna) optó por dejar los grandes espacios abiertos y vestirse de hojas caídas para iniciar su versión otoñal.

Y sí, tan simple como cambiarse de estación, nació el Festival Fauna Otoño. Pero el sentido es el mismo: una fecha que reúne a una serie de grandes artistas que no son precisamente los que suenan en las radios.

Músicos y bandas de lo que se conoce como indie, una etiqueta indescifrable y tan amplia como el mismo rock, que congrega sonidos que pasan de la electrónica al folk, siempre mezclando aquellos sabores que se suele pensar que son incombinables.

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Este año no fue diferente: así como la edición 2017 del Fauna Otoño abrió sus puertas con la banda nacional de shoegaze Trementina, este año fue el dream pop psicodélico de The Holydrug Couple el encargado de encender los fuegos para una jornada llena de sorpresas.

El dúo originario de Santiago, con diez años de trayectoria, inició su presentación de manera puntual a las 15:30 horas. para luego dar paso al primer número internacional, Cosmo Pyke, un carismático cantante y joven multiinstrumentista de 20 años, que logra conectar el sonido del rock alternativo con melodías jazzísticas y coros del soul.

Acompañado de una guitarra, un bajo y una batería, vestido con un overol naranja, como el de los presos en las películas, este artista revelación, a lo largo de su presentación de una hora, logró incrementar un público de una treintena hasta más de la mitad del escenario Fauna.

El debut de Sun Kil Moon podría ser quizás uno de los shows que más dejó para comentar en la velada del sábado. El cantautor Mark Kozelek, responsable de varios proyectos musicales, se adueñó del escenario con la naturalidad de un dueño de casa. El hombre detrás de Red House Painters aprovechó las circunstancias para exponer su trabajo más reciente como solista, «Mark Kozelek», publicado justo un día antes de su visita a nuestro país.

Sobre el escenario, Kozelek no perdió la oportunidad de bromear con un público cómodo e impaciente por oír alguno de sus temas más clásicos. Sólo al final del show el artista concedió el deseo de sus fanáticos e interpretó «I Can’t Live Without My Mother’s Love», una de las piezas de su aclamado álbum «Benji» (2014), el cual dedicó «a mi madre y a las suyas».

En una arista más bailable, The Drums, la banda neoyorkina nacida en 2006, ofreció un show más energético y balanceado en cuanto a su setlist. En poco más de una hora el conjunto norteamericano tocó canciones de tres de sus cuatro discos, sumando un total de 16 pistas, dentro de las que se encontraban «Blood under my belt» y «Heart basel», dos esenciales de «Abismal thoughts», su más reciente entrega.

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Aunque no cerraron la jornada diurna, Mogwai era uno de los shows llamados a congregar más gente. Y es que no sólo se trata de unos verdaderos veteranos del rock, sino que de un conjunto que en más de 20 años de carrera y nueve álbumes de estudio ha pasado por los más diversos sonidos explorando una alta gama de texturas y ruidos.

En un espacio que se les hizo demasiado breve, la banda originaria de Escocia se paseó por gran parte de su discografía dando énfasis a «Every Country’s Sun», su lanzamiento más reciente publicado en septiembre pasado. Aunque fue precisamente «Mogwai Fear Satan», uno de los clásicos de «Young Team», su primer disco de 1997, el gran highlight de la noche, logrando mantener a un público expectante bajo el hechizo de unos acordes repetitivos pero poderosos en una constante dinámica de ruidos estruendosos y silencios desorbitantes.

Un show que dejó la vara alta para el cuarteto de Future Islands, los estadounidenses encargados de cerrar la primera parte de la jornada antes de iniciar la fiesta electrónica que se extendería hasta las cuatro de la mañana con seis DJs sets distintos.

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Con un synth-pop más inofensivo, pero no menos interesante, la banda de Baltimore liderada por Sam Herring dio el broche de oro con una sonoridad más sobria a un festival que, al parecer, tendrá mucho más que ofrecer en los años siguientes.

Habrá que esperar a su versión primaveral y ver si el sol y las flores logran opacar el ruidoso brillo de las hojas caídas.

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