Las urnas de plástico que tanto buscó la policía española en Cataluña el pasado 1 de octubre volvieron a ser utilizadas en una consulta independentista el pasado domingo.
Pero a diferencia de hace un mes, cuando los agentes tenían la orden de impedir un referéndum secesionista prohibido por la justicia, esta vez nadie intentaba esconderlas.
Ninguna fuerza de seguridad tenía órdenes de requisarlas y las papeletas que había en su interior, en vez de catalán, estaban escritas en vasco.
«Es una manera simbólica de expresar nuestra solidaridad con Cataluña«, explicó a BBC Mundo Iñaki Friera, uno de los vecinos que ayudó a organizar los comicios en Getxo, un pueblo del País Vasco, en el norte de España.
- ¿Sobreviviría Cataluña como un Estado independiente?
- «Esta es una lucha económica entre dos gobiernos de derecha para tapar su corrupción»: cómo se ve el independentismo de Cataluña en el barrio más pobre de Barcelona
En pleno día, en la plaza principal, Friera mostraba con orgullo una de esas cajas de tapa negra que, según la prensa española, el ahora cesado gobierno catalán había comprado en secreto a una empresa china por menos de US$6 cada una.
Detrás suyo, medio centenar de personas hacía cola para tachar «Sí» o «No» en la papeletas de una votación que no guardaba ninguna relación con el conflicto catalán, sino con otra vieja reivindicación al Estado español.
Una que, para algunos, debe recobrar fuerza con lo sucedido en Barcelona durante el último mes, pero que para otros, se ha de intentar mantener en un segundo plano.
- El asesinato que conmocionó a España: por qué 20 años después de la muerte de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA generan tanta polémica los homenajes a su figura
- Cómo es Nueva Caledonia, el archipiélago con playas paradisiacas que decidirá en un referéndum si independizarse de Francia
La pregunta a responder el fin de semana pasado en Getxo era: «¿Quieres que la ciudadanía vasca decida su futuro político por sí misma y libremente?»
«Está en nuestras manos»
Friera forma parte de Gure Esku Dago (GED), un movimiento social nacido en 2013 en el País Vasco cuyo nombre significa en castellano «Está en nuestras manos».
La plataforma ha realizado en un año consultas de este tipo en 180 municipios de esta región española.
Pero la participación media no es alta: el 26% de los llamados a votar, según sus datos. Hasta ahora, unas 176.000 personas han votado.
«A la una del mediodía llevábamos un 8% de participación y tengo entendido que es más que la media de los municipios de alrededor», decía con satisfacción Sergio Bernal, un residente de Berango que había sido elegido por sus vecinos para ejercer de «observador internacional» por ser catalán.
Al no ser convocadas por ninguna autoridad, sus resultados carecen de validez.
Pero, en palabras de Friera, se trata de «un proceso participativo con una carga simbólica muy importante«.
El objetivo final es defender el «derecho a decidir», según explicó a BBC Mundo la portavoz de GED, Zelai Nikolas.
Este «derecho a decidir» es la fórmula que se ha extendido en Cataluña y el País Vasco en los últimos años para exigir al gobierno central referendos sobre la independencia.
Ambas regiones con un idioma propio, cierto grado de autonomía y, en el pasado, formaron parte de sendas poblaciones históricas que hoy han quedado repartidas entre el norte de España y el sur de Francia.
Si bien el lado español es donde las reivindicaciones soberanistas tienen más fuerza y donde GED ha realizado todas sus consultas, Nikolas no descarta que estas se extiendan algún día a Francia.
La «resaca» vasca
Hoy, el independentismo catalán acapara titulares.
Pero, durante décadas, fue el anhelo secesionista vasco el que ocupó las portadas de periódicos nacionales e internacionales debido a los atentados que cometía la organización armada separatistas ETA.
El grupo separatista vasco causó la muerte a más de 800 personas durante medio siglo.
La región vivió años de violencia que acabaron en 2011, cuando ETA renunció a su «actividad armada». Aunque no fue hasta abril de este año que empezó a entregar su arsenal.
Para Félix Arrieta, politólogo de la Universidad de Deusto, el resultado es que la sociedad vasca se encuentra en un momento de «resaca».
«Es como cuando uno sale de noche y al día siguiente tiene esa mala sensación y el cuerpo sólo quiere que lo dejen en paz».
Para el catedrático, esto explica que en el País Vasco no haya habido una reacción significativa a la crisis que vive Cataluña, donde el gobierno central ha destituido al local y ha tomado las riendas de sus instituciones por haber declarado la independencia de forma unilateral.
En Azpeitia, uno de los municipios donde más ciudadanos participaron en una consulta de Gure Esku Dago, Santi Lizaso, de 74 años, coincide con este argumento.
Solía ser independentista, pero con la edad lo ha «dejado» por «seguridad» económica, ya que vive «muy bien» y no cree en las «promesas» de que seguirá percibiendo la misma pensión en un País Vasco independiente.
«Me considero vasco antes que español, pero yo quiero paz, no tanta muerte y tanta mierda que ha habido aquí en los últimos 50 años», dice convencido en medio de una plaza.
Detrás, un letrero reza en vasco «Hoy Cataluña. Mañana, el País Vasco». Alguien ha arrancado la estelada, la bandera independentista catalana y ya sólo se puede ver la vasca.
Aquí se vive «muy bien»
En Azpeitia, una localidad de 14.000 habitantes, la gente prefiere expresarse antes con banderas que con palabras.
La mayoría de vecinos consultados ponen cara de ofendidos y huyen cuando se les pregunta qué opinan sobre lo que ocurre en Cataluña y, sin embargo, de las ventanas del pueblo cuelgan más esteladas que banderas vascas.
Carlos y Juan Ignacio, de 70 y 65 años, justifican sin que nadie se lo pida sus nombres «castellanos» explicando que en la época de Franco no se permitían los nombres vascos. «Ahora, en cambio, todos los jóvenes los tienen», añaden.
«Yo estoy con los independentistas catalanes», dice Juan Ignacio, «pero no han sido realistas».
«Cataluña ha sido muy atrevida», agrega Carlos. «Ha querido ejercer democracia y aquí eso no se puede hacer«.
Ambos coinciden con Lizaso: el conflicto catalán no tendrá repercusión en el País Vasco. «Aquí vivimos muy bien», zanja Carlos.
El País Vasco tiene 2,19 millones de habitantes, poco más de un tercio de los de Cataluña.
Si bien los catalanes son los que más riqueza generan en España, los vascos registran un PIB per cápita mayor: US$36.900 frente a los US$33.171 de Cataluña. Sólo los madrileños los superan.
Durante los años de crisis, la tasa de paro anual más alta en el País Vasco fue del 16,66%, en 2013, mientras que en Cataluña alcanzó el pico del 23,24%, también ese año.
A diferencia de los catalanes, los vascos cuentan con un acuerdo económico que les permite gestionarse con mayor autonomía.
Cada una de sus tres provincias recauda los impuestos en su territorio y luego pagan al gobierno central ciertos gastos pactados.
Este es el llamado «concierto vasco» y sólo hay otra región que goza de una libertad similar: Navarra.
Cataluña, en cambio, debe entregar el dinero de casi todos los impuestos nacionales a las arcas del Estado y este los reparte entre el resto de regiones de acuerdo a sus necesidades.
Las más pobres reciben más de lo que aportan bajo el principio de solidaridad. Esto ocasiona que las más prósperas, como Cataluña, perciban menos de lo que dan.
Esta es una de las principales quejas de los favorables a la independencia catalana.
Un camino propio
La esperada salida de una dinámica de violencia y una situación económica superior a la del resto de un país que aún se recupera de una década de crisis económica pueden ser los factores que explican por qué los vascos apoyan a los catalanes, pero sin implicarse.
En los días siguientes al referéndum del 1 de octubre, el 47% de los vascos creía que los catalanes habían hecho bien en desobedecer al Tribunal Constitucional y seguir adelante con la consulta, según una encuesta encargada por EITB, la radio televisión pública vasca.
Sólo el 34% pensaba que lo correcto hubiera sido acatar la orden de la justicia.
Sin embargo, sólo 1 de cada 5 consideraban que el País Vasco debía replicar el modelo catalán, mientras que 2 de cada 3 estaba en desacuerdo con recorrer el mismo camino.
«Más que la sensación de que tenemos que movilizarnos para buscar una fórmula igual )a la catalana), por las últimas cifras vemos la sensación (frente a lo que pasa e Cataluña) es ‘¡Qué bien estamos donde estamos!», asegura Arrieta.
El catedrático cree que el presidente regional vasco hace la misma lectura de la situación y por eso no se implica en el reclamo de Gure Esku Dago pese a pertenecer al Partido Nacionalista Vasco (PNV).
A esto se suma que el PNV gobierna, pero en coalición con los socialistas, que son contrarios a la independencia y a celebrar referendos secesionistas.
Nikolas envidia de manera sana la «complicidad» que la Asamblea Nacional Catalana (ANC) ha conseguido con los partidos políticos y el que hasta hace poco era el gobierno catalán.
Pero coincide en que el País Vasco debe encontrar su propia vía en vez de imitar la catalana.
«Nosotros estamos viviendo un periodo muy especial, todavía saliendo de una época muy dura… Nuestra situación dista mucho… Necesitamos recuperar la confianza en nosotros mismos y las riendas de nuestro destino».
En su opinión, esto hace que su región aún no esté lista para comenzar un proceso independentista pero sí debe empezar a reclamar el derecho a, algún día, poder decidir «su relación con Madrid, incluida la independencia».
Pluralidad
Por eso, GED no defiende abiertamente la secesión como la ANC sino el «derecho a decidir».
Pero inspirarse en esta asociación (que le cedió su tecnología para realizar los referendos) y en Cataluña (donde se realizaron consultas como las de GED entre 2010 y 2011) puede haberle supuesto lo que Arrieta califica de una de sus «mayores dificultades».
«Gure Esku Dago intenta ser plural, pero inconscientemente termina visualizado como un movimiento que reclama el derecho a decidir activo hacia el ‘Sí’ (a la separación de España). Su masa crítica está fundamentalmente formada por personas favorables al independentismo».
Nikolas es consciente de este problema. La plataforma intenta atajarlo dejando, por ejemplo, que cada pueblo elija la pregunta que mejor crea.
En Azpeitia esta era: «¿Desea ser ciudadano/na de un estado vasco independiente?»
Begoña Garmendia, una de las organizadoras de la consulta en esta localidad explica que intentaron involucrar al Partido Socialista, pero que la respuesta siempre fue «no querer mover el statu quo».
«Mi opinión personal es que existe miedo a preguntar» y que gane la respuesta que no apoyan, afirma.
En Getxo, en cambio, el comité fue descartando palabras como «independencia» y «soberanía» hasta alcanzar en consenso una fórmula más «moderada», según sus organizadores.
El día de la consulta, la plaza se llenaba de gente bailando y comiendo en los momentos en los que la lluvia daba una tregua.
Resguardado en un portal, Urtzi Ihitza ofrecía a los asistentes carnés de identidad vasco.
Su asociación ENA lleva dos décadas emitiendo estos documentos de identidad alternativos que, según asegura, son aceptados en 43 municipios vascos para realizar trámites.
Asegura haber hecho unos 37.000 y 59 carnés de extranjería, una modalidad que recién inauguró el año pasado.
«En Euskadi (País Vasco) hemos tardado en responder (a la crisis catalana), pero ya lo estamos haciendo», afirma.
Su mayor prueba es que se ha quedado sin esteladas: «Las vendí todas ayer en la manifestación en Bilbao. Hice 500 euros en una hora y media«.
Unas 35.000 personas se concentraron el sábado en la capital vasca en rechazo a la aplicación del artículo 155 (que permitió destituir al gobierno catalán), convocadas por Gure Esku Dago y otras entidades.
Entre ellos, Jurdan Ezenarro, de 35 años. «Yo creo que estamos expectantes de lo que pasa allí en cuanto a lo del referéndum… Si se apaga un poco la llama, va a ser una desilusión pero si consiguen avanzar, nos servirá como ejemplo«.
Arrieta cree que, si bien hay más vascos que apoyan el independentismo que catalanes, los primeros no cuentan con un «catalizador» que los lleve a moverse.
«Para que la gente salga a la calle hace falta algo más que un ansia o voluntad de decidir».
En el caso de los catalanes, este se dio en 2012 cuando el Tribunal Constitucional echó atrás su Estatuto, su constitución regional.
Pero el experto cree que, cuando este aparezca, Gure Esku Dago jugará un papel importante en la movilización.