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La atmósfera de Júpiter crea bolas de granizo parecidas a las de la Tierra, pero compuestas de agua y amoniaco

Son llamadas bolas de hongo y explican muchos comportamientos de Júpiter.

Júpiter NASA, ESA (Sebastian Carrasco/Europa Press)

Los gigantes gaseosos del Sistema Solar son de los planetas más misteriosos en nuestro vecindario galáctico. La complejidad de sus atmósferas esconden un puñado de elementos, que se alejan de la comprensión de la ciencia actual. Sin embargo, avances con sondas espaciales alrededor de Júpiter han logrado que se entienda un poco más sobre cuál es su función en la danza perfecta alrededor de nuestra estrella central.

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Uno de los grandes misterios de la atmósfera de Júpiter, tienen que ver con la desaparición de amoníaco. Años de observaciones no dejaban claro por qué este elemento químico se escondía de los radares de sondas espaciales como Juno de la NASA, después de haber sido vistas.

Investigadores de la Universidad de California, Berkeley, liderados por Chris Moeckel y la astrónoma Imke de Pater podrían haber descifrado el misterio, con una explicación que parece salida de la ciencia ficción.

De acuerdo con lo que explican los científicos, en la atmósfera de Júpiter se forman unas bolas de hongo. Se trata de esferas pegajosas, formadas por una mezcla de agua y amoníaco. El estudio, publicado en Science Advances, se basa en modelos numéricos y datos obtenidos por la misión Juno de la NASA, que ha estado orbitando el gigante gaseoso desde 2016.}

Júpiter
Júpiter Júpiter

¿Cómo se forman estas bolas de hongo?

De acuerdo con la explicación de los científicos, el fenómeno ocurre cuando fuertes tormentas elevan cristales de hielo de agua hacia altitudes donde hay abundante vapor de amoníaco.

Entonces, en esas condiciones, el amoníaco actúa como anticongelante, que derrite el hielo y forma gotas líquidas. Estas gotas se fusionan con más hielo y van creciendo, lo que hace que se generen esferas similares al granizo de la Tierra, pero ricas en amoníaco.

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Una vez que estas bolas alcanzan un tamaño suficiente, caen a gran profundidad, llevándose consigo ese amoníaco que antes parecía desaparecer por arte de magia, de la atmósfera.

“Imke y yo pensamos: ‘Es imposible que esto sea cierto’. Tienen que confluir tantas cosas para explicarlo; parece tan exótico. Pasé tres años intentando demostrar que era falso. Y no pude demostrarlo”, dijo Moeckel.

“Así que, básicamente, tenemos este extraño sistema que se activa muy por debajo de la capa de nubes, llega hasta la cima de la atmósfera y luego se hunde profundamente en el planeta”, añadió, según reseña de Gizmodo.

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