Un estudio abordó la creciente preocupación sobre el envejecimiento de la población en contextos urbanos y cómo las condiciones del entorno influyen en la participación de las personas mayores en actividades físicas.
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El estudio, liderado por el Doctor en Ciencias Sociales, Alexis Sossa, académico del Centro de Investigación en Sociedad y Salud de la Universidad Mayor, examinó cómo las desigualdades en el acceso a espacios seguros y adecuados afectan la percepción de seguridad y bienestar, y cómo estas percepciones condicionan la actividad física de este grupo demográfico.
El trabajo se basó en la recopilación de historias y experiencias de vida de 40 personas mayores (10 hombres y 30 mujeres) que participan regularmente en actividades físicas en las comunas de San Joaquín y Ñuñoa, en la Región Metropolitana, así como de dos instructoras que guían clases para personas mayores. Los datos fueron obtenidos mediante observaciones, entrevistas y notas de campo durante nueve meses (desde mayo de 2022 hasta enero de 2023).
El estudio resalta que la “caminabilidad” del entorno urbano, entendida como la facilidad para desplazarse y la percepción de seguridad en el espacio público, es fundamental para motivar a las personas mayores a salir de sus hogares y participar en actividades físicas. Sin embargo, la falta de infraestructura adecuada – como aceras y bancas en buen estado- y el acceso limitado a espacios verdes, pueden generar un sentimiento de injusticia y exclusión, afectando negativamente la salud y calidad de vida de este grupo.
Ñuñoa, el ejemplo
Ñuñoa, que tiene mayor cantidad de servicios y áreas verdes, presentó los niveles más altos de bienestar. Asimismo, en esta comuna se dedicó más tiempo a actividades recreativas y ejercicio físico, lo que refuerza la relación entre el entorno disponible y la calidad de vida de sus habitantes.
“Los resultados arrojaron que la actividad física está asociada al microambiente de la calle y del vecindario, donde la actividad del entorno es un factor clave para atraer a las personas. Además, las condiciones de seguridad en los territorios habitados permiten o no a las personas mayores a participar más activamente en actividades sociales, culturales y recreativas”, comentó el autor.
Sossa plantea que la investigación proporciona una perspectiva clave para el diseño de políticas públicas y planes urbanos que promuevan un envejecimiento activo y saludable, centrados en la creación de entornos urbanos inclusivos, accesibles y seguros. Además, subraya la importancia de tener en cuenta las emociones y sensibilidades de las personas mayores en el diseño de espacios públicos, lo que no solo mejora su bienestar físico, sino también su salud mental y social.
“Este estudio no solo resalta el impacto del entorno en la vida diaria de los mayores, sino que también invita a una reflexión más amplia sobre cómo construimos nuestras ciudades, nuestros barrios, y cómo podemos pensar en un diseño que fomente comunidades más saludables y activas para todos. Al considerar no solo la infraestructura, sino también la seguridad y el bienestar emocional, se pueden crear entornos que realmente apoyen a todas las personas, incluidas las personas mayores, a vivir de forma activa y participativa en la sociedad”, cerró.