Personalidades de la dimensión de Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Bob Dylan y Meryl Streep precedieron a Joan Manuel Serrat en alcanzar la distinción superlativa que representa el Premio Princesa de Asturias de Las Artes, cuya versión 2024 recibirá el artista catalán en octubre durante una ceremonia encabezada por los reyes de España, en el Teatro Campoamor de la capital asturiana.
Más allá de una trayectoria que clausuró en diciembre de 2022 con la gira mundial “El vicio de cantar”, los méritos del cantante que se presentó 25 veces en Chile los avala el jurado en virtud de que “en Serrat se aúnan el arte de la poesía y la música al servicio de la tolerancia y los valores compartidos, la riqueza de la diversidad de lenguas y culturas, así como un necesario afán de libertad”.
Sobre el autor de Palabras de amor, Tu nombre me sabe a yerba, Hoy puede ser un gran día, Penélope, Cada loco con su tema y Mediterráneo, entre tantos temas, la fundación lo premia como “defensor del diálogo frente a la crispación y un exponente de su irrenunciable vocación de tender puentes entre países y generaciones”. Y es que Serrat siempre acercó su canto al devenir social y a menudo suscribió reivindicaciones políticas que comprometían sus valores, a partir de su exilio de España durante el régimen de Francisco Franco.
Hoy de 80 años, Serrat confesó su “alegría y emoción” tras recibir “una distinción tan prestigiosa como esta para despedir una carrera profesional larga y satisfactoria como la mía”, según expresó.
Autor de 32 álbumes de estudio, y orgulloso de haber musicalizado a poetas tan distinguidos como Antonio Machado, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Mario Benedetti y Pablo Neruda, entre otros, el pionero de la Nueva Canción catalana en los 60 se declara indemne al trauma del retiro y valora la felicidad conquistada: “He tenido una vida muy intensa en muchos sentidos, he disfrutado mucho de la vida. He podido hacer en general lo que he querido hacer de mí y de mi trabajo y me he sentido muy gratificado por lo que me ha pasado, por la gente y por los que íntimamente han formado parte de este camino, la familia, los amigos”.
Y de su presente precisa que el amor “me ha tratado muy bien, mis hijos están sanos y tengo cinco nietos que me aman y yo los amo. Ah, y a Yuta”, según recalcó en una reciente entrevista, aludiendo a su segunda mujer, la modelo Candela Tiffon.
Por otra parte, reacio a calificar su propia obra y en busca de una respuesta trascendente, consultado por la Deutsche Welle de Alemania sobre la calidad de sus canciones a través de sesenta años, Joan Manuel asumió que “he hecho algunas buenas y otras malas. Pero, si no hubiera sido por las malas, no hubiera podido hacer las buenas… Yo creo que el ser humano tiene memoria de pez. Es una memoria que dura muy poquito. Y olvida algo muy importante, y es que la memoria es fundamental para que exista un futuro. Sin memoria no hay futuro. Sin memoria, estamos condenados a repetir el pasado”.
También cuestionado a veces por su postura progresista en los asuntos políticos de España y los países que recorre, Serrat descree del individuo neutro y descontaminado frente a los conflictos de la sociedad. Y lo plantea así: “Hay gente que desliga estas cosas, manifestando públicamente una separación entre el yo artista y el yo persona. O entre el yo cantante o el yo político. Creo que es una cosa absolutamente inaudita. Uno es uno y ese uno se lo juega todo, lo apuesta todo, lo gana todo o lo pierde todo. Es siempre uno”, expresó al diario La Vanguardia.
Yo pisaré las calles nuevamente…
Serrat debutó en un concierto colectivo en 1965 y 4 años después llegó por primera vez a Santiago para iniciar su largo vínculo con el país en un recital ofrecido en el Teatro Municipal, televisado por TVN y conducido por Raúl Matas.
Más tarde vinieron episodios donde la dictadura lo declaró persona no grata. En junio de 1983, agendó varios shows en el Teatro Caupolicán, pero el régimen lo impidió bajar del vuelo de Iberia en Pudahuel.
La razón era su constante oposición a las dictaduras y, en particular, las críticas al gobierno de Pinochet por sus violaciones a los derechos humanos. Antes de embarcar de la escala en Buenos Aires, el cantante anticipó que viajaba “pensando en los que sufren la represión, que son mis testigos y mis jueces contemporáneos, como los chilenos y los argentinos ahora”.
Sin embargo, el ministro del Interior Enrique Montero confirmó la prohibición de ingreso, en un momento en que crecían las manifestaciones de protesta contra del régimen.
El 1 de octubre de 1988 se replicó un incidente similar. La embajada española intervino para gestionar un permiso, otorgado bajo la condición de que “hasta el término de su visita deje de formular declaraciones contra el gobierno”. Un informe de la CNI señaló lo contrario y varios funcionarios lo notificaron en la cabina del avión que aún no apagaba sus motores en la losa. Cuatro días después, el No del Plebiscito que Serrat apoyaba desde su tribuna artística entreabrió las puertas del regreso a la democracia.