La tragedia del transbordador espacial Columbia, el 1 de febrero del 2003, impactó al mundo y fue un golpe bajo al orgullo de Estados Unidos y de un organismo tan prestigiado como la Nasa. La agencia espacial se tomó cinco años y condensó en 400 páginas la investigación para revelar los detalles –incluso macabros- del accidente que mató al comandante Rick Husband y a los astronautas Willie McCool, Michael Anderson, David Brown, Kalpana Chawla, Ilan Ramon, el primer israelí en viajar al espacio, y Laurel Clark: el marido de esta última, Jonhathan Clark, participó en el estudio de la catástrofe.
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Aunque la nave se desintegró sobre los estados de Texas y Luisiana en su reingreso a la atmósfera, el rastreo también se amplió a Arkansas y a Missouri. Fue el más extenso de la historia y sólo se pudo recobrar el 40 % de la nave. De más de 40.000 piezas o fragmentos recuperados no se logró reconocer cuál era su lugar o función en la estructura original. Eso indica el nivel de desintegración del Columbia.
En la búsqueda hubo más de 25.000 voluntarios y el FBI destinó 500 agentes. La prioridad era recuperar los cuerpos de los 7 tripulantes y tardaron varios días en encontrarlos a todos. Los rescatistas revelaron que varios de los cuerpos de los astronautas fueron hallados con mutilaciones por la presión del movimiento rotatorio y el cambio atmosférico.
Viaje a las estrellas
La investigación global comprobó que un trozo de espuma aislante se desprendió del tanque externo durante el lanzamiento y perforó una de las alas del transbordador, provocando el desastre.
Igualmente, la investigación de los equipos multidisciplinarios concluyó, por ejemplo, que la agonía de los 7 astronautas duró cuarenta segundos. Ese tiempo transcurrió entre que la tripulación perdió el control hasta que el vehículo se desintegró al chocar con la atmósfera. La NASA señala que todos los tripulantes perdieron la conciencia y la vida incluso antes a causa de las fallas de los trajes, los cascos y los asientos que les causaron “traumas letales”.
Asimismo, el informe indica que por la gravedad del accidente los astronautas habrían muerto de todos modos aunque no hubiera habido fallas “letales” en su equipo de cabina. El documento que se hizo público en 2016 elude dar detalles médicos de cómo murió cada astronauta, para respetar la intimidad de las familias de las víctimas.
El documento divulgado en 2016 entrega un caudal de detalles técnicos, y resulta estremecedor, según los especialistas que lo analizaron en perspectiva. Los tripulantes del Columbia pudieron morir asfixiados al despresurizarse la nave o estrellados contra las paredes y objetos de la nave, sobre todo los que no estaban sentados en sus asientos cuando se produjo el accidente.
Casi la mitad de los astronautas no llevaban guantes ni casco. Pero, incluso los que lo llevaban todo, se comprobó que al ser el casco un elemento externo al traje, su diseño no encajaba bien y, en lugar de fijar y proteger sus cabezas, las golpeaba con una contundencia mortal. Fallaron también los arneses que sujetaban la parte superior de los cuerpos, que quedaron expuestos a una rotación enloquecida. Y, por último, no se activaron mecanismos protectores que requerían activación manual cuando el grupo de mártires ya había perdido la conciencia.