En casi todos los negocios megamillonarios de España siempre aparece la figura de Gerard Piqué, el empresario y excrack del Barcelona que este año será entrenador. Y también asoma cuando hay que adjudicarle culpas –no por Shakira, claro-, como ahora que cuatro clubes empiezan hoy a disputar la Supercopa de España en Arabia Saudita, con participación de Barcelona, Real Madrid, Atlético Madrid y Osasuna.
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Y es que fueron él y el expresidente de la Federación Española de Fútbol Luis Rubiales -investigado por acoso sexual a Jennifer Hermoso-, quienes hace 4 años propusieron la sede del torneo a los financistas árabes, por la increíble suma de 40 millones de euros por edición hasta 2029.
A pesar de que esa millonada llega a las arcas de la Real Federación de Fútbol para distribuirla entre los participantes, en los últimos días surgieron voces de indignación entre los aficionados españoles –especialmente el Barcelona- que viajaron para estar en las tribunas de Arabia Saudita.
El enojo se debe a que el club catalán emitió una especie de manual de comportamiento y buenos modales para los hinchas, con el fin de no transgredir las normas locales ni contravenir la cultura musulmán de ese reino petrolero.
¿Comportamiento indecente?
En esas indicaciones “se recomienda tener respeto y prudencia en los comportamientos en público y demostraciones de afecto. El comportamiento indecente, incluyendo cualquier acto de carácter sexual, podría tener consecuencias legales para los extranjeros. También pueden ser motivo de sanción las relaciones entre personas del mismo sexo y las muestras de apoyo al colectivo LGTBI, incluso en las redes sociales”, plantea el Barcelona.
La RFEF intenta impulsar iniciativas de integración cultural en ese país bajo la campaña “El fútbol es el camino”, pero en España los críticos lo consideran “un conjunto de acciones orquestadas con la que limpian la imagen del fútbol español”.
Y desde las agrupaciones hispanas más radicales que luchan contra el sexismo y la discriminación sexual aseguran que “los intereses económicos, por razones éticas, traspasan las barreras de los derechos humanos”.