La ministra vocera de Gobierno, Camila Vallejo, vive hace cuatro años en Ñuñoa y lo hace junto a Adela, su hija, su esposo, Abel Zicavo, Tanga, su gato y la nueva gatita, Sakura. Además, hoy es la única ministra del gabinete que permanece en el cargo de quienes se foguearon como dirigentes estudiantiles junto al Presidente Boric.
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La ministra asegura que en el pasado “era una niña introvertida y curiosa”. En la adolescencia, contó, “fui estudiosa, aunque sí tuve mi etapa de calle en La Florida, con amigos hiphoperos, en la época en que caminábamos una hora para llegar a una fiesta. Después, en la universidad, viví en reuniones, puntos de prensa, asambleas, en fin. En ese tiempo renuncié a muchas fiestas y carretes que amigos y amigas de mi generación tenían. Mi exposición pública me limitó, perdí ciertas libertades”, relató en conversación con Revista Velvet.
Acerca de si se reveló a esas restricciones, Camila señaló que “cuando entré al Congreso y me separé del padre de mi hija, dije: ‘No tengo por qué ser el ejemplo de militante, el ejemplo de dirigente, el ejemplo de parlamentaria, de madre, de pareja, el ejemplo de todo. Tengo que buscar mi propio equilibrio’. Y ahí tuve un respiro. El feminismo me ayudó mucho a desprenderme de las culpas, también en mi maternidad”. Asimismo, agregó que “he superado mis umbrales de intensidad, pero no soy un robot. No soy una máquina. Soy un ser humano que tiene vida y que tiene derecho a disfrutar de ella”.
Acerca de cómo logró rehacer su vida amorosa, cuenta que se fue a vivir sola por primera vez “y pensé que nadie iba a querer tener una relación estable con una mujer joven, en política, tan expuesta como yo, con una vida intensa y con una hija. Lo asumí y dije: ‘está todo bien, voy a disfrutar, voy a conocer hombres, pero olvídate, Camila, de tener una relación estable’”.
Sin embargo, comentó “de repente conozco a Abel y todo dio un vuelco. Absolutamente todo. Lo conocí en un cumpleaños de un amigo en común, me lo presentaron a la pasada y no le presté atención ni conversamos. Y en otro momento llegó con un grupo de amigos al departamento que yo arrendaba. Éramos pocas personas, escuchando música y tomándonos un vino, y fue el momento en que pudimos conversa, en el balcón de ese departamento. Me hacía preguntas con genuino interés y curiosidad. En un momento dejé de escucharlo y pensé ‘yo a este hombre lo besaría ahora mismo’”.
Camila, la ministra
Desde que es ministra, asegura que el momento más difícil fue “el cambio de gabinete después del plebiscito del 4 de septiembre. La vivencia del anticomunismo contra Nicolás Cataldo fue impactante. Lo sentí como un ataque a la esencia de ser comunista. Yo soy comunista y me siento muy orgullosa de ser lo que soy. Otro momento muy difícil fue cuando mataron al cabo de Carabineros Daniel Palma. Sufrí y empaticé con la muerte de esta persona joven y vi a un sector muy violento con el Presidente. Fue intenso”.
Pensando en el futuro, Camila comenta que “lo que quiero y lo que debo van de la mano, lo asumí hace poco. Yo no voy a dejar de ser política. Pero me hablan de candidaturas futuras y lo bloqueo inmediatamente, porque mi tarea es ser ministra de Estado del Presidente Boric”.
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Sobre su amistad con el Presidente, Camila es tajante: “mucha gente cree que con Giorgio y Gabriel tuvimos una relación de amistad y complicidad desde el 2011 a la fecha y no fue así. Gabriel fue mi competencia en la lista de la FECH. Tuvimos momentos de adversidad y tensiones. Y en el Parlamento tampoco fuimos muy aliados. Había formas distintas de leer el momento político, no era una bancada estudiantil que actuara en unidad. Teníamos diferencias y las expresábamos pacíficamente. El acercamiento mayor ha sido con este desafío, hemos logrado construir una complicidad en el camino desde el gobierno (…) Creo que ahora hemos ido construyendo una relación de mayor amistad, de compañeros de ruta”.
“Él me dice que soy una síntesis entre arrojo y ponderación. Nos tenemos absoluta confianza y nos decimos las cosas”, desclasificó.
Acerca del complejo momento político que se vive en el país, indica que “es un momento difícil para gobernar, pero es lo que nos toca (…) Hay dificultades porque somos seres humanos, porque esta cuestión no es perfecta, porque el Estado es muy grande y uno trata de administrar todo lo posible para conducir de buena manera las distintas instituciones del gobierno. Pero hay cosas que fallan. Lo importante es no dejarlas pasar, sino enfrentarlas, como el caso de corrupción”.