El emotivo documental “La memoria infinita”, protagonizado por Augusto Góngora y Paulina Urrutia, sigue liderando la taquilla tras semanas de su estreno.
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El relato cuenta la historia de cómo fue avanzando el alzheimer del periodista a través de los años, y como su pareja, familia y cercanos cuidaron de él incondicionalmente.
En este contexto, es donde los hijos del comunicador Cristóbal y Javiera se refieron a cómo fue ver a su padre en esta cruda etapa y lo que lo llevó a querer documentar cada paso.
“Esta enfermedad tiene muchas etapas. Y hubo una etapa, muy larga y bonita, en que a mi papá le gustaba que yo le contara historias. Y esas historias tenían que ver con todo lo que habíamos vivido nosotros. Historias de cuando éramos niños, de nuestros cumpleaños, de nuestras vacaciones, de nuestros paseos. De cuando íbamos a la playa y escuchábamos esas bandas sonoras medias repetidas, aunque exclusivas para cada verano. Por ejemplo, el disco Corazones de Los Prisioneros. O los Beatles”, expresó la hija mayor en una entrevista con Culto de La Tercera.
“Me gustaba mucho sentarme con él y hablar, hablar, hablar, porque su cara relucía. Lo que más le gustaba era conversar. Enterarse de cosas que para él eran, entre comillas, nuevas. Relatárselas le provocaba una gran felicidad”, añadió Javiera.
Con respecto a cómo vivieron la cinta junto a su hermano, la hija de Góngora recordó que “nos juntamos con la Maite (Alberdi), sin conocerla. Yo la conocía en su dimensión profesional, había visto sus otras películas, sabía su historia. Y nos juntamos con ella para entender qué quería mostrar, cuál era la historia que quería contar, y presentarle también nuestros temores o aprensiones de hacer público algo tan íntimo”.
En esta línea, aseguró que “mi principal aprensión era que hubiera un resguardo por la intimidad más privada, por momentos más cotidianos. No por los problemas de la enfermedad en sí, sino que en el fondo queríamos conocer cuáles eran los límites a los que ella había pensado enfrentarse”.
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“Fue una conversación bien participativa, familiar, y también con amigos muy cercanos. Amigos de mi papá y amigos nuestros. Y amigos que se van mezclando en la vida. Agradezco mucho eso, que mi papá me ha heredado muchos amigos que se mueven también en el mundo audiovisual, de la cultura y del periodismo. Entonces, podían ayudarnos a tener distintas miradas de todas las dimensiones que se iban a abordar y de todas las maneras que esta historia iba a mostrar”, complementó.
Por su parte, Cristóbal destacó que su padre “siempre, en todas las decisiones de su vida, nos integró a mí y a la Ja. Cosas que fueran desde remodelar una pieza hasta hacer este documental. Y sobre todo tuvo la delicadeza de integrarnos en este proyecto, en algo que nos podía repercutir en algún sentido al abrir nuestra intimidad familiar. Habíamos conversado con la Javiera, la Paulina y mi viejo que estaba esta idea, y llegó un minuto en que él decidió que quería hacerlo. Nosotros le dijimos ‘bacán’, que lo íbamos a apoyar, que lo respetábamos”.
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¿Por qué documentar este proceso?
Según las palabras de Javiera, su Augusto “quería hacerlo porque él siempre contó historias de otras personas. Y esas personas nunca le cerraron la puerta, confiaron mucho en él”.
“Tenía la misma capacidad de llegada que puede tener la Maite, que es una mirada especial, con talento, pero además con cariño, con una preocupación y una dedicación personal. Además, las realidades que mostraba él no eran fáciles. Y había distintas maneras de mostrarlas, pero él siempre buscó formas cariñosas, reflexivas, responsables. Y muy consciente del valor social y colectivo que tenía mostrar esas historias para el país”, agregó.
“Hubo una decisión muy personal de él de asumir esta enfermedad y enfrentarse públicamente a este cambio de vida, pero de manera generosa con el resto, preocupado de que esto ayudara a otras personas, de servir de guía a gente que estaba pasando por lo mismo, hablar de la vulnerabilidad y de las debilidades”, sostuvo.
De acuerdo con Cristóbal, la producción es “es una historia de amor en muchos sentidos. Y agradezco mucho que también aparezcamos nosotros y todo lo que compartimos con él. Es el reflejo de que siempre estuvimos unidos. Nuestros padres se separaron y nosotros nos fuimos a vivir con él cuando éramos bien chicos. Mi viejo se hizo cargo de dos niños cuando los hombres no vivían con sus hijos. Fue muy disruptivo en ese sentido”.
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Los últimos momentos como familia
Por último Cristóbal y Javiera recordaron cómo vivieron los últimos días con su padre. “Ya estaba bien deteriorado. Lo recuerdo con mucho cariño. Recuerdo su dolor, su piel. Estar con él, tomarle la mano, acariciarlo, besarlo, sentirlo… es difícil transmitirlo”, explicó el joven.
“La última etapa fue un período bien largo, bien difícil, no sabría explicar con palabras cuando estás con una persona que amas tanto, y que te enseñó tanto, verlo en una situación tan delicada. Es complejo”, recalcó el hijo de Augusto.
Para Javiera, “ya era, evidentemente, un momento de despedida. A pesar de que su enfermedad fue larga y uno ya puede saber el desenlace, cuando llega el momento es muy fuerte y muy doloroso. Yo no quería que en ningún momento él sintiera que podíamos quedar desprotegidos, porque sé que esa era una de sus preocupaciones constantes, en todas las etapas de su vida. Al final, no te queda más que decir que nos vamos a cuidar entre nosotros, tal como él nos habría cuidado”.
“Pero yo, honestamente, todavía no estoy preparada para vivir sin mi papá. Lo echo mucho de menos. Siempre pienso en él, no hay aspecto de mi vida que no se cruce con su recuerdo, o cuando pienso ‘qué me diría él de esto, cómo saldría de esto, cómo lo resolvería, cómo lo enfrentaría’. Aunque todo está cruzado por una sensación de agradecimiento tan grande, que no te queda más que decírselo y decirle que puede partir tranquilo, porque aquí estamos todos los que lo vamos a querer y recordar para siempre”, cerró.