Una nueva Semana Mundial del Agua empezó el 23 de agosto y culmina este 1 de septiembre, con la meta de crear conciencia sobre el cuidado de este recurso e incentivar el acceso equitativo a él, bajo la mirada de la ONU.
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En ese marco se efectúa la principal conferencia cada año sobre cuestiones globales relativas al agua, con sede en la capital sueca, Estocolmo.
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Es que el problema es muy grave: el Banco Mundial estima que una de cada cuatro habitantes del planeta vive en zonas donde no hay suficiente agua, lo que se traduce en que dos mil millones de personas a{un carecen de agua potable y tres mil 600 millones no tienen acceso a servicios de saneamiento seguros.
La seguridad hídrica está lejos de ser una realidad en muchos países, por lo que el Banco Mundial dice que cada año son necesarios 150 mil millones de dólares para suministrar de agua potable y saneamiento.
Y en Chile debemos reflexionar mucho al respecto, pues vivimos una grave crisis hídrica por los efectos del cambio climático y de la megasequía que nos afecta desde 2010, por la falta de lluvias principalmente entre las regiones de Coquimbo y La Araucanía.
El déficit bordea el 30%, pese a que algo han ayudado las precipitaciones del invierno 2022. Aunque es claro que en la zona central se ha pasado de un clima mediterráneo a uno cada vez más árido.
“Chile enfrenta la peor sequía en más de medio siglo, debido a un prolongado déficit de lluvias. Son más de seis millones de chilenos (el 38% de la población) los que están afectados por la desertificación, y el 72% de la superficie del país sufre en algún grado por la sequía”, es el duro balance de la Fundación Aquae.
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Otra causa de la escasez hídrica es la manera en que es gestionado el recurso. Por ello, el 53% de las comunas está en sequía, y muchas ya sufren de racionamiento .
Y la ONU no dudó en ubicar a Chile en un estado de “estrés hídrico alto”. No por nada, 2021 cerró como uno de los años más secos en la historia del país, con un déficit de lluvias superior al 50%.
DOS MIRADAS DESDE LA ACADEMIA
Pero el hecho de que este problema ya no sea escondido da cierto matiz de confianza, como lo reflejan las palabras de la profesora Anahí Ocampo, especialista en sociohidrología y académica del Departamento de Gestión Forestal y su Medio Ambiente, de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile.
“Hay un renovado interés en conocer la fragilidad del territorio, en gran parte por la evidente disminución de las precipitaciones, que nos llevó a la megasequía. Existen grandes diferencias entre las realidades de las ciudades y las áreas rurales, por lo que el tema del agua apareció en primera plana y también movilizó a una parte importante de la juventud y de las poblaciones de las zonas rurales, que vieron que era un asunto vital para su futuro”.
La académica agregó que “se han generado iniciativas en los sectores público y privado, en la academia y en las organizaciones sociales para enfrentar este desafío. Las soluciones pueden ser innovadoras y también ancestrales, con nuevas formas de gestión sostenible”.
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Por su parte, la directora del Centro de Derecho Medioambiental de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Pilar Moraga, resaltó el hecho de que “la propuesta de Constitución ubica al derecho al agua en lo más alto del ordenamiento jurídico”
“Se da así un paso adicional. Ya teníamos el reconocimiento desde 2021 de la Corte Suprema, en base a tratados internacionales, como un derecho humano que obliga a abastecer con un mínimo de cien litros diarios por persona. Lo mismo dice el Código de Aguas... El agua ya no es considerada solo como un recurso productivo y en una relación de propiedad entre las personas. Se le reconoce como parte de la naturaleza y del medioambiente, y también como condicionante de la vida humana en atención a la interdependencia entre la naturaleza y los seres humanos. Es un gran cambio de paradigma”.
La profesional precisó que “el agua antes era considerado un elemento muy particular y separado. Incluso su tratamiento jurídico era dispar entre aguas superficiales, subterráneas y glaciares. Ahora se instala el concepto de ciclo hidrológico, por lo que hay que pensar en un sistema natural”.
LA ESTRATEGIA OFICIAL
En el Ministerio del Medio Ambiente el agua es tema central, por eso coordinan el Comité Interministerial de Transición Hídrica, en el que además participan las carteras de Agricultura, Obras Públicas, Minería, Ciencias y Energía.
“También es prioridad avanzar en el Consejo de Cuencas, que será uno por región. Así avanzamos en la concreción de una esperada institucionalidad hídrica, basada en un modelo colaborativo para que las medidas sean mucho más eficaces”, contó la ministra del Medio Ambiente, Maisa Rojas.
“Y además se está trabajando intersectorialmente en indicaciones a proyectos de ley que permitan dar respuestas más rápidas ante la escasez de agua, como el de Eficiencia Hídrica y el de Desalinización”.
La secretaria de Estado prefirió no achacar responsabilidades: “La escasez tiene varios factores, como la sequía de más de una década, ya una megasequía, y la gestión que se hace del agua, con una planificación y gobernanza inapropiadas por su fragmentación. Como Estado buscamos dar respuestas”.
Una respuesta a la falta de agua la tiene Israel, que desde hace mucho tiempo recurre a la desalinización, algo que en el norte nacional ya es desarrollado.
Y al respecto, la ministra Maisa Rojas indicó que “es una alternativa, pero debe ser desarrollada como una estrategia de largo plazo, que considere la adaptación y la justicia social, para que las desalinizadoras sean una alternativa más, conociendo sus impactos”.
“Nuestro enfoque central es apostar por la eficiencia hídrica, pues es vital reducir la demanda a la cantidad disponible, reduciendo las pérdidas en las redes de agua potable, mejorando el riego agrícola y avanzando en la reutilización”.