Ómicron, esta nueva variante del SARS-CoV-2 que ha encendido las alarmas del mundo, de nuevo, también le ha dado un dolor de cabeza a algunas personas que se preguntan por qué la OMS se saltó un par de letras del alfabeto griego.
Esto se hizo en parte para evitar la asociación negativa de regiones, países o nacionalidades, con las variantes, pues en la prensa o en las conversaciones cotidianas se llegaba a hablar de “la variante británica” o “la variante de la India”: que ahora son la variante Alfa y la variante Delta.
Mutaciones, linajes y variantes
Los virus son unos seres muy particulares, incluso podríamos decir que admirables, si no fueran unas de las cosas menos populares que existen en la Tierra. Son cosas, porque no son seres vivos, y son admirables porque “sobreviven” habitando en una frontera borrosa entre lo vivo y lo no vivo.
Comparten con los seres vivos que tienen material genético, pero no pueden usarlo por sí solos para reproducirse. Así que su estrategia es lo que nos tiene de cabeza: entran a células vivas para copiar su material genético y así nos infectan.
En los procesos de copiado del material genético ocurren errores de forma común, pero si esos errores se repiten y multiplican, entonces estamos frente a una mutación.
Para considerar que existe una variante viral no basta con una sola mutación. Pero si al revisar el código genético de un virus vemos muchos cambios, aunque en esencia siga siendo el mismo, ya podemos decir que ha surgido una variante.
Esas mutaciones que determinan a una cierta variante, se agrupan en lo que los virólogos denominan linaje y estos se nombran de acuerdo a una serie de letras y números que describen la relación genética que hay entre variantes.
Por ejemplo, la primera variante de la que tuvimos noticia, que se identificó en el Reino Unido a finales del año pasado, que ahora llamamos Alfa, corresponde al linaje B.1.1.7 y la variante Delta, que sigue siendo la predominante en el mundo entero, es del linaje B.1.617.2.
La OMS sí conoce el alfabeto griego
Por supuesto esa nomenclatura sistemática sobre los linajes de los virus es muy útil para los científicos, pero no resulta muy adecuada para comunicar esa información con facilidad a un público amplio.
Por esa razón fue que la OMS recurrió al alfabeto griego, en parte para simplificar la nomenclatura de los linajes, en parte para evitar que las variantes se asociaran con un solo país.
Además las letras griegas tienen una historia de uso en las ciencias y las matemáticas, por lo que se pensó que era un terreno más “neutral”, que incluso facilitaría su mención en cualquier idioma.
Pero de pronto pasó algo: después de que la última variante conocida fue Mu, cuando se habló del surgimiento de ya se había detectado otra más, muchos pensaron que le correspondería la letra griega Nu, pero no fue así.
No solo eso, la OMS pareció ignorar no solo una sino dos letras: Nu y Xi, saltando hasta Ómicron.
La explicación de estas omisiones es que Nu suena demasiado parecido a decir “nuevo”, “new” en inglés, así que se evitó esa letra griega.
Y sobre usar Xi, el equivalente griego a la “X”, la OMS consideró que no era una opción, por ser un apellido común en China: incluso es el apellido del presidente actual Xi Jinping.
Sabiendo todo esto, no es de extrañar que estemos hablando ahora de la variante Ómicron.