El jet lag social ocurre cuando hay una variación temporal de más de dos horas en los hábitos de sueño, y sus efectos en el organismo son parecidos a los que se experimentan al viajar a otra zona horaria.
PUBLICIDAD
Óscar Sans, quien coordina el grupo de trabajo de Pediatría de la SES, ha señalado que "el hecho de que nos vayamos a dormir y nos levantemos sistemáticamente más tarde" conduce a un desajuste en nuestro ritmo circadiano. Este cambio en los horarios afecta también al resto de nuestras actividades diarias, retrasando momentos como el desayuno, el almuerzo y la cena. Como resultado, todo se hace más tarde, lo que finalmente provoca que el reloj circadiano se retrase y se desordene.
De acuerdo con un especialista en medicina del sueño, esta desorganización termina siendo perjudicial cuando las clases se reanudan. De esta manera, indica que, en ese momento, después de más de dos semanas de vacaciones, los niños y adolescentes tienden a acostarse a horas más tardías. No obstante, estarán forzados a levantarse más temprano para asistir a clase.
"Esto resultará en un aumento de la somnolencia y una reducción de la capacidad de concentración durante las clases. Dichos efectos podrían prolongarse durante varios días, lo que provocaría que la primera semana de escuela sea bastante complicada", advierte.
LA INFLUENCIA DE LAS SIESTAS Y LA LUZ SOLAR MATUTINA
Para combatir la fatiga provocada por el cambio de horario, los especialistas de la SES sugieren que los niños menores de cinco años continúen tomando siestas. Respecto a los niños de más edad y los adolescentes, la sugerencia variará según cada individuo, pero en cualquier situación, la siesta debe ser breve y no extender el despertar más allá de las 16:30 horas.
Sans explica que "esto es especialmente importante sobre todo en el caso de los adolescentes, ya que una siesta prolongada o muy tardía puede complicar el comienzo del sueño nocturno".
Además de mantener una rutina constante y proporcionar siestas cuando sean necesarias, el pediatra subraya la relevancia de que los niños experimenten una clara distinción entre el día y la noche, lo cual requiere pasar tiempo al aire libre. “Recomendamos que los niños y niñas salgan al exterior y se expongan a la luz solar, especialmente por la mañana. Si a la irregularidad en los horarios le sumamos la falta de exposición al sol, el desajuste en el sistema circadiano será todavía más pronunciado”, concluye.