Dos Castillos es un emprendimiento que avanza con los tiempos, pero que a la vez mantiene y respeta su tradición de más de 80 años. Y estas ocho décadas se solidifican en una premisa: “Entregarles el mejor chocolate a nuestros clientes”, dice orgullosa Carola Burg su gerente y heredera directa de una tradición que se inició en 1939.
PUBLICIDAD
“Mi opi (abuelito) y mi omi (abuelita) llegan a Chile arrancando de la Alemania nazi. Ellos eran judíos. Toman la decisión de venirse tras La noche de los cristales rotos (9 al 10 de noviembre de 1938). Se dieron cuenta que su patria ya no era segura, y se vienen con lo puesto”, relata Carola a Esfuerzo Pyme y Publimetro.
Un refrigerador
Llegaron a Chile y gracias a unos cursos que había hecho la abuelita de Carola en Suiza, iniciaron un negocio que tenía como objetivo lograr dinero para sobrevivir. Primero cocinando de noche y vendiendo al otro día, ya que no tenían un refrigerador para guardar los bombones que hacían.
“Les fue bien. Vendieron primero en la comunidad judía. Luego a los amigos de ellos y lentamente se hicieron de una clientela. Tanto así que pudieron comprar un refrigerador para poder aumentar la producción”, continúa.
El sueño de la primera tienda se concreta en 1948 cuando Edith y Fritz compran un local en Compañía, en Santiago Centro. Ahí funcionan hasta el día de hoy contra viento y pandemia. Llevando a su fiel clientela la excelencia del sabor y tradición de la chocolatería suiza.
“Y ahora una tercera generación está a cargo, aunque mi papá, Claudio Burg, de 80 años, sigue muy vigente. Viene todos los días. Participa en la confección del chocolate. Realmente lo admiro, sube tres pisos como si nada”, agrega Carola quien con el pecho inflado de orgullo comenta que entre sus grandes alegrías está “cuando un cliente que compra chocolates desde 1964 a su novia y que hoy, ya casados, todavía le lleva bombones me dice que el sabor y la calidad no ha cambiado. Que es el mismo chocolate de hace medio siglo”.
- ¿Cuál es el secreto para lograr eso?
PUBLICIDAD
-Mantenerse fieles a tu tradición, no cambiar la receta por ahorrar dinero y usar el mejor caco, sin aditivos. Todo natural y tradicional como lo hacía mi abuelita.
Futuro variado con diferentes recetas
“Los tiempos cambian, pero no la receta. Con esta base sólida nos hemos ido amoldando a los tiempos y creando nuevas líneas, pero manteniendo la calidad. Lo nuevo lo hacemos como nuestros abuelos lo hubieran hecho”, recalca Burg.
- ¿Siempre sabías que te harías cargo de la chocolatería?
- No, incluso tenía otro negocio con el que estuve casi 10 años, era de regalos corporativos, pero cuando se dio la disyuntiva, elegí Dos Castillos. Yo nací con un bombón en las manos. Todo lo que soy es gracias a esta empresa, entonces cuando hubo que asumir el 2020 por el tema de la Pandemia, asumí. Ahora, siempre apoyado por mi familia.
- ¿Cuáles fueron los cambios que fuiste implementando?
- Primero, mantener la idea que nuestros abuelos nos inculcaron: que nuestros productos son los que hablan por nosotros. Luego, ingresar a las redes sociales y ahí tener un contacto con nuestros clientes e ir agregando líneas como sin azúcar, vegana, sin gluten, la línea alquimia, que es para probar con vinos. Ir acercando nuestro producto a nuevos clientes, pero con la misma calidad de los primeros chocolates.
- Háblales a los nuevos clientes, ¿con qué les recomiendas partir para que los conozcan?
- Primero decirles que la línea que escojan tendrá la misma calidad, pero que vayan conociéndonos como fue nuestra historia: bombones, los mazapanes, los huevitos de chocolate y así ir probando.