El chef español Sergi Arola lleva varios años radicado en Chile, tiempo suficiente para hacerse de un nombre en la televisión nacional gracias a su participación en destacados proyectos culinarios.
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Ya sea como juez de algún espacio de concursos, como los exitosos programas “Top Chef Vip” o “El discípulo del chef”; o como un itinerante viajero presentador de la gastronomía más tradicional de nuestro país, en “Sabingo”, el hispano ha dejado presente su vocación por la cocina de primer nivel y cotidiana.
Un fenómeno que también ha trasladado al mundo de las redes sociales, donde de cuando en vez comparte algún registro con recetas y preparaciones que son el deleite para sus seguidores.
Efecto de las redes sociales entre los chefs
Sin embargo, tamaña exposición reconoce lo ha llevado ha plantearse los efectos que ha tenido en sus colegas en el desarrollo de la profesión.
“Tengo un debate ético-intelectual con las redes sociales. Hay una sobreexposición que no sé si es buena o mala”, indicó el español, quien considera que dicho protagonismo digital muchas veces resulta ser una carga.
“Más que un rol (de participar en las plataformas digitales), es como una condena”, señala Arola, quien opta por matizar sus tareas en materia culinaria. “No he dejado la alta cocina, pero ahora cocino para todos”, afirma el español, quien esta semana fue uno de los tantos invitados a la transmisión más extensa en la historia de la televisión chilena, en la señal Porcel TV, que emitió durante más de 100 de forma continua en sus canales digitales.
“Mi rol en Chile es más televisivo, y quería algo que conectara con esa audiencia. Por eso creé Lola en Monticello, un concepto al alcance de todos”, cuenta en el canal del récord, donde recordó cómo lo hizo para adaptarse al público chileno desde un lugar más cotidiano, sin apartarse de la excelencia.
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“La gente que me ve en la tele no siempre puede acceder a un restaurante fine dining, y me apetecía responder a sus códigos”, indicó el también amante del rock, otro de sus placeres culpables.
“El rock es una actitud. La cocina también”, puntualiza, aunque aclara que ya no está en la etapa de provocar. “Hoy me interesa mucho más gustar que provocar. Estoy en otra etapa, más madura. Antes quizás quería impactar, pero ahora tengo otras prioridades. Hoy soy más consultor, y eso me hace ver las cosas con otra perspectiva”, sinceró.

Y cuando se le pregunta por el sabor chileno que más lo ha marcado, no duda en reafirmar su gusto por “el piure. No hay nada parecido en el mundo”. Tan honesta declaración como la que nos entrega para reconocer que busca inspirarse al llegar a un nuevo destino con un ritual que incluye visitar “un mercado popular, un mall más pituco y un local de comida rápida. Con eso me hago una idea de lo que se cuece en la ciudad”.
Con décadas de experiencia en el mundo culinario, Arola lanza una advertencia a quienes sueñan con los premios de la alta cocina. “No tengan prisa. La estrella Michelin puede volverse asfixiante. A veces, te aleja del verdadero amor por la cocina”, asevera.
“El mayor premio es que la gente vuelva a tu restaurante. Que repita. Eso vale más que cualquier galardón”, puntualiza.
“No hay restaurante de primer nivel que no emocione. Más allá de la técnica, tiene que haber una historia, una verdad, una conexión emocional”, afirma con convicción. Y añade que esa verdad es lo que hace que un plato sea realmente arte. “Debe haber equilibrio entre lo visual, gustativo, olfativo y lo emocional”.