Carla Ballero se refirió cuando estuvo separada de sus hijos por varios meses tras estar internada por sus problemas de adicción.
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En una conversación con La Cuarta, la actual panelista de “Sígueme” se sinceró sobre cómo fueron las semanas alejada de la realidad para intentar recuperar su vida.
“El año que estuve internada, cuando empezó la pandemia, 2020, fue horrible; doblemente encerrada. Fueron tres meses que no vi a mis hijos, y no podía hablar tampoco con ellos. A los tres meses salí, los vi, pero estuve un año internada; empecé a verlos a los tres meses porque avancé muy rápido, y porque soy así. Ya estaba lista, me iba los viernes y volvía los lunes en la mañana. Me hice la mejor amiga de la dueña del centro, haciéndole entrenamiento a todas las minas, gente con problemas graves, heavy. Éramos cuatro mujeres en un espacio de 1x1, un minuto de ducha, limpiar el water de gente que no es como uno, que no tiene educación, y da lo mismo; y yo aperrando me hice amiga de todos. Estaba en llamas. De verdad, creo que ha sido uno de los momentos de más crecimiento para mí; si no hubiera pasado por eso, no sería lo que soy hoy, ¡ni cagando!”, expresó.
En relación a sus problemas con el alcohol, Ballero comentó: “Me tomo una copa de vino y dejo la mitad, no es tema. Mi problema no era el alcohol ni los jales ni las adicciones. Mi problema era mi locura, que había que solucionarla”.
“Entonces yo tomaba 30 Ravotril, dos botellas, sin límites, me daba exactamente lo mismo lo que fuera, la hueá era desaparecer, y eso es un tema que no tiene nada que ver con uno que se encierra en el baño a jalar, o una mina que está todo el día chupando. Nunca fue mi problema. Hoy vivo súper normal, casi no tomo, pero porque no lo necesito. Antes era evadir”.
“Creo que la terapia me ayudó, siempre voy al psicólogo y al psiquiatra, toda mi vida; creo que es un desde. Conozco personas ultra cercanas que de un día a otro dejaron en la droga y nunca más, que habían jalado toda su vida, todos los días, por 40 años, y de un día, no se internaron ni le pasó nada: fue una decisión. Creo que están muy sobrevaloradas muchas cosas, las terapias y la cuestión; depende de uno: ¿Yo quiero? ¿Cómo te va a ganar esta huevada? ¿Cómo va a haber algo que sea más poderoso? Es porque tenía una adicción o una enfermedad. Si ya estás bien, no necesitas algo que te suba y después te baje... ¿Qué es eso? Andar buscando estar arriba y después irse al fondo, y quedar igual. No tiene sentido. Estoy muy orgullosa de quién soy, y amo cómo soy ahora. No quiero estar en otro estado”.
“No me detenía en la vida, no vivía los proceso (...) Mi vida cambió radicalmente. Yo era así, de una cosa a otra, de una a otra, de una pichula a otra pichula, jajaja, escandalosa, era como: “¡Hueona, basta!”. Sin hacer el proceso de entender. Y si no entiendes nada, nunca sales del hoyo: repetir, repetir y repetir, hasta que me cansé. Lo fui descubriendo sola”, sostuvo.
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Sintió vergüenza
Según contó la hermana de Álvaro Ballero, su terapia no estaba siendo efectiva debido a que no le decía la verdad a los profesionales.
“Nunca fui tan sincera con un psiquiatra ni con un psicólogo; siempre me dio vergüenza contar tanta cosa, porque mi vida no es contable, a nadie, ni a un psiquiatra, ni a Buda ni Dios... o sea, sólo Dios sabe mi vida, pero nadie más que Dios. … Estoy segura que nadie resolverá mis problemas. A mi hermana le cuento cieeertas cosas, pero nunca todo. No lo necesito. Cuando uno abre la boca para cosas importantes de uno, queda la cagada... ¿Quién te va a resolver un problema? Nadie, sólo tú. Tienes que hacerte cargo de tus propias cosas. ¿Para desahogarte? Búscate un psicólogo, alguien que no te conozca a nadie… y ni siquiera a él le puedo contar las cosas que he hecho, ni cagando”.
Finalmente, enfatizó en que “necesitaba tocar fondo para aprender” y que aún está en ese proceso “pero ya son cosas más nice… después de tratar de suicidarme 25 mil veces, loca total... Yo era muy extrema, muy todo o nada, muy ‘¡hasta el final!’”.
“Loca total. Miro para atrás y digo: “¡¿Cómo hice esa hueá?! ¡Qué pasaba por mi cabeza! ¡Tanta era mi falta de amor!”. Obvio que lo hacía por falta de amor, estaba buscando atención todo el rato, de una persona en específico en cada momento de mi vida; pero eso era lo que quería, que me vieran, porque nunca me vieron. Por eso es tan importante la infancia, y reparar”, reflexionó.