De ser exacta históricamente la serie ‘Bridgerton’ los hombres no se la pasarían en bailes y pabellones totalmente despreocupados: de hecho, estarían en pleno combate contra las fuerzas de Napoleón en plena era de la ‘Regencia’, encabezada por el rey Jorge IV (tío de la futura reina Victoria) y en vez de una levita tendrían un uniforme rojo, perteneciente al Ejército Británico.
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Este y otros detalles son los que se mencionan en las redes sociales a la hora de hablar de la tercera temporada de la serie, a la que siempre acusan de inexactitudes en todo sentido. Pero estas son las razones de por qué existen.
Todas las ‘inexactitudes’ históricas de que hay en la tercera temporada de ‘Bridgerton’ y el por qué existen
El vestuario
Se ha criticado montones el uso de colores (sobre todo en la familia Featherington) y el hecho de ponerse -o no- corsés. Pero Ellen Mirojnick, encargada del vestuario, tenía claro desde la primera temporada - y como todo buen conocedor de su oficio- que no se tenían que regir meramente por lo que ofrecía la época de la Regencia, que ocupa la primera década del siglo XIX.
Es por eso que por ejemplo, a los Featherington le pone colores mucho más vivos y más ostentosos. Además, la silueta de Portia y sus hijas, así como sus peinados, refleja una época que ocupa al menos nueve décadas después: el periodo Eduardiano (por el hijo de la reina Victoria), con siluetas abombadas hacia atrás.
Y por supuesto, si es una obra de ficción, se tenían que remarcar a los personajes: los Bridgerton tienen telas y colores más “nobles”. Y la reina Charlotte sí se vistió hasta su muerte con siluetas del Antiguo Régimen (siglo XVIII).
En los hombres esto no cambia en lo absoluto: la Regencia está dominada por lo que en historia de la moda se llama ‘La Gran Renuncia Masculina’ y es el rechazo a lo ostentoso para cambiar al epítome de sobriedad que daba Inglaterra como país dominante en Europa.
La época histórica
Julia Quinn misma dice que su obra es una fantasía. Si bien en la época en la que se desarrolla ‘Bridgerton’ Napoleón ya causaba problemas en toda Europa, no significa que no existiera la “alta sociedad” de entonces. Prueba de ello también se encuentra en la obra que podría ser la contraparte más cínica y satírica de la obra de Quinn, escrita justo en el siglo XIX: ‘La feria de las Vanidades’, de William Makepeace Thackeray.
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En esta obra, donde la protagonista, Becky Sharp, es una trepadora social sin escrúpulos, también se refleja todo el boato con el que se vestían las mujeres de aquella época, todas sus vanidades y cómo se comportaba -ahí sí- la alta sociedad en Londres. Apenas tocados por la guerra.
Y esta fantasía también la llevó al cine la directora Mira Nair en 2004 con Reese Whiterspoon como protagonista, enfocándose también en los intercambios entre la India colonial y esa época.
Las personas racializadas
Esto es lo más debatido, sobre todo en épocas donde se habla de ‘guerra cultural’, la inclusión forzada y el auge y fracaso de lo woke en el entretenimiento. Porque los defensores de la historia están más que indignados con la decisión de Shonda Rhimes de poner nobles negros en una época donde eran prácticamente esclavos y una base para sustentar su lucha racial.
Esto es lo que criticó la historiadora y escritora, Philippa Gregory , autora de ‘La otra hermana Bolena’, quien ha dicho que da una “falsa impresión de armonía racial’.
«No me importó lo de Ana Bolena. Me importa más en Los Bridgerton. Tienes un duque histórico con una familia negra en un momento en que la trata de esclavos estaba activa en Inglaterra. Nos estamos dando una falsa impresión de lo que realmente estaba pasando», dijo ella en el Festival de Historia de Chalke Valley.
Regé Jean- Page, por su parte, estuvo feliz con la decisión. Pero desde la serie han dicho que los personajes hacen parte de una ficción y no se le debe tomar como parte de la historia, tal y como sí pasó con Ana Bolena, a la que racializaron, o Cleopatra de Netflix, personaje por el que hasta Egipto, defendiendo su patrimonio histórico, puso una demanda a la plataforma.
“Hemos llegado a algunos límites completamente ridículos, como el intentar representar el pasado conforme a un dibujo de la realidad que tengo ahora. Esto es falsificar el mundo”, le dijo la historiadora María Elvira Roca al periódico ‘El Independiente’. A favor de la serie, no es la única que cae en eso y aún así, ha resultado exitosa.