El implacable castigo de la pandemia terminó por convencer a Joan Manuel Serrat de que el retiro a plazo fijo ya era un imperativo sin vuelta. Hoy, con 78 años, el legendario artista catalán empieza a descontar horas para el momento de pisar el escenario por última vez en las distintas escalas del tour “El vicio de Cantar 1965-2022″, que iniciará el 27 de abril en el Beacon Theater de Nueva York para culminar en su natal Barcelona el 21 de diciembre, no sin antes pisar el Movistar Arena de Santiago en la despedida de los chilenos el 12 de noviembre.
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“Echaré de menos el escenario, como lo he echado de menos en estos dos años de pandemia. Estando en casa con mi mujer, veía lo que pasaba alrededor y cómo el adiós a los escenarios se me iba. Cuando vi que aquello duraba mucho, me dije que cuando hubiese una brecha montaría unos conciertos y así podría comprobar en mí mismo cómo me siento. Sé lo que voy a hacer desde ahora hasta que acabe esta gira y luego, como decía mi madre, ‘de aquí allá, pajaricos habrá”, confesó hace poco en una entrevista con El País.
Un catalán rebelde y genial
Más allá de su lírica profunda y su sentimiento al cantar, Serrat fue rebelde en su actitud de vida desde que despuntó con estrépito en 1968, cuando desafió al régimen del dictador Franco pidiendo cantar en catalán el tema ‘La, la, la’ impuesto por El Dúo Dinámico en el festival de Eurovisión. Por cierto, fue censurado y de ahí en adelante se convirtió en un cantor con postura política, incluso para condenar el régimen de Pinochet en Chile.
También recuerda con afecto que “empecé a cantar en Radio Barcelona; Salvador Escamilla me pagaba por cantar allí, eso me permitió avanzar, hice mis bolos durante un par de años, hasta que en 1967 di ese recital en el Palau de la Música, con 23 años. Fue extraordinario, yo solo con mi guitarra, y el público absolutamente fiel y deseando que todo me fuera bien”, repasó.
Desde entonces Serrat cultivó un público incondicional que vibra con sus historias envueltas en poesía. Mediterráneo, Lucía, De vez en cuando la vida, Pueblo Blanco, La mujer que yo quiero y Hoy puede ser un gran día, entre tantas, interpretan su largo recorrido por la música con sentido, aunque ninguna como Fiesta condensa mejor la melancolía contagiosa por su retiro: “El sol nos dice que llegó el final /Por una noche se olvidó /Que cada uno es cada cual / Vamos bajando la cuesta /Que arriba en mi calle/ Se acabó la fiesta”.
“Echaré de menos el escenario... Sé lo voy a hacer desde ahora hasta que acabe esta gira y, luego, como decía mi madre, ‘de aquí allá, pajaricos habrá’...”
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