Luz Lancheros, MWN
Quienes ya han visto “Encanto” no solo quedan maravillados con el rigor y la belleza visual que refleja el pueblo de la familia Madrigal en Colombia. También les advierten a quienes la apreciarán por primera vez que lleven pañuelos: la compleja, versátil y apasionada música creada por el premiado compositor, cantante y dramaturgo puertorriqueño, Lin-Manuel Miranda –quien revolucionó el abordaje hacia la historia estadounidense con “Hamilton” y quien también ha creado la música de bellezas como Moana–, refleja de manera extraordinaria y conmovedora toda la complejidad, riqueza cultural de Colombia y sobre todo, su más profundo corazón y dualidades en su historia de nación.
Esto se puede ver por ejemplo en uno de los performances de las nueve canciones originales creadas para la película, que ha sido uno de los más poéticos: “Dos oruguitas”, interpretada por la estrella colombiana Sebastián Yatra, que para muchos nacionales cuenta cómo la resiliencia podría definir a Colombia en una palabra.
Pero al mismo tiempo, contrasta la canción que escribió para Carlos Vives, embajador de la música del Caribe en el mundo, con “Colombia, Mi Encanto”, que es un himno de amor a un pueblo que también ama la fiesta, es amable y donde el color y la calidez son parte de su cotidianidad. Para a su vez mostrar –producto de una larga investigación– otras canciones a las que adaptó ritmos folclóricos colombianos y populares, como el bambuco (ritmo campesino de la zona andina y central), y boleros, entre otros, con instrumentos como el acordeón y el tiple.
De hecho, Mirabel, la protagonista, toca el acordeón y canta, como los héroes juglares de la zona costera y norte del país, de donde viene el mismo Gabriel García Márquez, quien contó sus historias en “Cien Años de Soledad”. Y en ese realismo mágico y en la diversidad fue que se inspiró el compositor, que habló con Metro sobre la creación de la música para la nueva película de Disney.
P: ¿Cómo decidiste poner cada ritmo nuestro en cada canción? ¿Con qué propósito?
–Con cada proyecto siempre indago sobre cómo se siente este personaje. Y en qué quiere expresar en ese momento. Y al viajar a Colombia en 2018, entendí la diversidad de música que hay allí, y fue increíble. Fuimos a Cartagena, Bogotá, Palenque, Barichara. En cada parada oímos música y lo que quería era resaltar la diversidad musical que hay en Colombia. Así que empecé con el acordeón y Mirabel: imaginar a un personaje de Disney tocando acordeón y cantando fue increíble.
Pero en esta canción (Bienvenidos a la familia Madrigal) exige mucho trabajo porque hay que contar la historia de la familia entera, empezando con la abuela y sus hijos que se casaron y la siguiente generación. Y cada uno de sus poderes. Comencé con eso. Y luego, para “No se habla de Bruno”, tenía un bolero. Tenía un ritmo colombiano, pero la forma es teatral. Ahí yo estaba pensando en esos musicales al final del primer acto, donde todo el mundo tiene su solo y luego donde todos cantan juntos. Esa fue una manera de mostrar a todos los personajes, ya que tenemos 12 personajes originales y queríamos llevar a toda la familia a la gran pantalla.
Así que escribimos esta canción para los personajes que no iban a tener la oportunidad de tener una canción a solas.
Ahora, para Mirabel: siempre es difícil escribir, en Disney, la canción para la heroína. Y sobre todo expresar cómo está su mundo, donde muestran su corazón entero. Así que regresé a lo que estábamos oyendo en Colombia y regresé al bambuco, a ese ritmo en ¾. Y creí que era perfecto para Mirabel, porque ella siempre va a un paso diferente de su familia. Por eso regresé a la música que oímos ahí. Sin excepción, siempre fuimos a los elementos específicos de la música colombiana.
Por otro lado, en “Qué más puedo hacer”, cuando Isabela, la hermana mayor, se pone rebelde, regresé a mi época de adolescencia. Ahí estaba oyendo “Dónde están los ladrones”, de Shakira y el rock en español que salía de Colombia en los 90.
P: Una cosa es aprender los ritmos, otra cosa es adaptarlos, más si los tocas por primera vez. ¿Cómo fue ese proceso?
–Bueno, siempre estoy pidiendo información para escribir la música. Al escribir vallenato, oí a Carlos Vives hasta que salió de mis oídos, ojos, todo. Y luego, el próximo paso, fue contactar a Carlos y decirle: “Escribí esta canción inspirado por ti y tu música”.
Y cuando él entra al estudio con sus músicos, él lo lleva al siguiente nivel. Ahora, al escribir una canción folclórica para Sebastián Yatra, pasa lo mismo. Entonces, todo esto lo encontramos con músicos colombianos. También me siento muy orgulloso de que es un equipo 100% latino y lo quise para interpretar la diversidad colombiana.
P: Muchos colombianos vemos a “Dos Oruguitas” como una gran parte de nuestra historia, sobre todo por nuestra resiliencia e historia política. ¿De dónde surgió?
–Mi metáfora para la canción es pensar en dos oruguitas que están aguantando cosas muy duras y tienen que separarse para llegar a su próxima forma y esperar un milagro. Y esta fue perfecta para la familia Madrigal. Me inspiraba en los visuales que salían del departamento de animación y veía esa vela, que se convierte luego en mariposa y luego en el milagro que protege a esta comunidad en el momento más oscuro y triste de su vida. Ahora, quería que esta canción sonase como si siempre hubiese existido. Y cuando regresas a la naturaleza, encuentras sus verdades encarnadas.
P: ¿Cuál fue la canción y el ritmo que más te gustaron?
–Eso es difícil. De verdad que yo gocé muchísimo escribiendo en ¾, para Mirabel, pero también escribiendo “Colombia, Mi Encanto”. Fue un orgullo, porque para poder escribir en ese ritmo, con ese júbilo y cantar imaginando que yo era Carlos Vives (le imita), yo no sueno así.
No sueno ni la mitad de bien que él (bromea). Pero ponerme en ese mood fue un orgullo, estaba contento todo el día con esta canción, porque es un himno de orgullo a tu país.
P: ¿Qué es lo que hace a la música colombiana única en el mundo, para ti?
–Bueno, yo tengo raíces de Puerto Rico y México. Ir a Colombia es ir a donde los primos: hay cosas bastante parecidas. Joe Arroyo es muy escuchado en Puerto Rico y en el mundo, pero hay cosas muy específicas de la música colombiana que descubrí al escribir para el acordeón, o para el tiple, para los instrumentos nacionales fue aprender.
Lo que trato de llevar a cada proyecto en el que me desenvuelvo es mi actitud de estudiante. Y así miré a Colombia.