Magallanes, con 12 partidos jugados, es el líder de la Primera B. Y, más allá de ser puntero, sus cifras impresionan: 12 puntos de ventaja sobre un escolta -que tiene un partido más-, suma 11 victorias y un empate, sin conocer derrotas, ha convertido 26 goles y ha recibido apenas ocho. Ya suma una buena parte de los puntos que en los últimos años han asegurado el ascenso a otros, enfilando hacia una campaña que puede ser notable, pues podría devolver al “Manojito de Claveles” a la División de Honor, en la que no juega desde 1986.
Lo que la estadística no dice es que, además, el equipo juega bien. Y el responsable es Nicolás Núñez, técnico debutante, que hoy intentará -visitando a Melipilla- mantener este notable rendimiento.
¿Cuál es el secreto de esta extraordinaria campaña?
—Es consecuencia de un proceso de años. Los primeras temporadas se sufrió bastante, pero Cristián (Ogalde, accionista controlador del club) creyó en mí, mantuvo una idea, que siempre ha sido basada en fomentar a la gente joven, teniendo el tiempo que en otros clubes, por la urgencia, no se da para desarrollar talentos. Acá se encuentra ese tiempo. En planteles con muchos jóvenes es difícil esperar a que maduren.
En ese sentido, llaman la atención algunos jugadores muy experimentados en el plantel, como Albert Acevedo o “Pupi” Vásquez…
—Elegir el plantel selectivamente, con gente de mucha experiencia y competitividad en Primera División, y que estaba vigente en sus equipos, nos ha ayudado muchísimo ya que, a lo mejor, eso no lo había tenido el equipo en los años anteriores, lo que se combina muy bien con el proceso de los jóvenes en el club.
A estas alturas, ¿el ascenso es un paso lógico para un club como Magallanes, con más de 30 años por la B y Segunda, pese a su tradición y arraigo?
—Vamos por el camino correcto para competir, porque desde lo económico es claro que ni siquiera podemos hacerlo con la mayoría de los equipos de nuestra categoría, que nos superan en presupuesto y en todo lo que se requiere para ganar y tener un plantel amplio. Siento que es como podemos aspirar a una liguilla o subir directamente. Con buenos rendimientos, los objetivos se van cumpliendo, de la mano con promover jóvenes, que incluso reclutamos de otros clubes, donde no tienen mucha participación: vimos en ellos potencial e hicieron sus últimos años de formación acá. Es la línea para el club: mucha gente joven, poca gente de experiencia, pero selectivamente elegidos. Antes se desarmaba el plantel y se traía una docena de jugadores. En cambio, esta temporada, ha sido más específica la elección de refuerzos, y es la forma que podemos hacer competir al club.
¿Ascender es la meta, entonces?
—La meta que nos pusimos a principios de año era, en primera instancia, tener como sello ser competitivos. En términos más concretos, se traducía con llegar a la liguilla. El año pasado, cuando llegué, Magallanes venía de estar siempre peleando el descenso, terminando 13º o 14º. Y terminamos a pocos puntos de liguilla. Este año el objetivo es pelear los puestos de ascenso.
Con este arranque, parecen estar obligados a subir. ¿O pronostican un bajón por el peso de la campaña?
—Cuando las cosas no están en manos de uno, es difícil aventurarse, pero con este arranque nos ilusiona mucho cumplir el objetivo del ascenso. Sabemos que hay bajones, que son normales en una temporada larga, y hay rivales fuertes. Mantener la tensión durante toda temporada es difícil, contra equipos que se han preparado bien, como Cobreloa, Iquique, San Felipe o Santiago Morning, que compiten hasta el final.
Su equipo tiene la gracia de que, además de los resultados, juega bien. ¿Se alinea en alguna escuela técnica?
—En este oficio, las cosas están inventadas hace rato, y las tendencias son cíclicas. La escuela en la que uno se formó, lo marca. También como uno vivió el juego. Haber tenido técnicos como Fernando Carvallo, con quien me identifico mucho desde su mirada del juego, el valor por el balón y esa riqueza técnica. También haber tenido a Osvaldo Hurtado como entrenador. Y, desde mi época de jugador, admiré al Barcelona de Pep Guardiola de 2008 en adelante. Desde ahí, lo he seguido y es un técnico que admiro, con su propuesta de juego de posesión, de mucho ataque construido y haciéndolo el mayor tiempo posible, que es como sentía el juego, porque en la UC mi formación fue inspirada en ese juego.
¿Cómo ha sido el proceso de estos 14 meses en el primer equipo de Magallanes?
—Ha sido bien corto, pero también el proceso desde que dejé de ser jugador y tomar esta oportunidad. El camino lo he disfrutado, he aprendido mucho y he confirmado que es una pasión que se había despertado ya como futbolista. Esa adrenalina que tienes desde afuera es lo que más te acerca a ser jugador, si bien no es lo mismo. Desde mi punto de vista, ser jugador y estar en la cancha es lo máximo, pero esto de dirigir es lo que más se le acerca y he ido encontrando como una .
¿Esperaba convertirse en entrenador?
—Sí, lo venía pensando. El club donde me retiré siempre tuvo la intención que mi carrera la continuara acá, aunque no tan rápido como fue tomar el plantel de honor. Venía trabajando con el grupo de proyección y sentí que ahí iba a tener las herramientas y el contexto donde mejor me podía iniciar. Así lo he ido confirmando, porque es muy importante que crean en uno, que sepan la idea que uno tiene del juego; eso va en mucha comunión con el proyecto del club, que fomenta mucho a los jóvenes, similar al contexto que me desarrollé por muchos años en Católica. Así que siento que tuve suerte y se alinearon muchas cosas, gente que me conocía y con el club mismo, para estar ahora a cargo del primer equipo.
Con esta campaña, ya se debe ver dirigiendo en Primera…
—Los momentos son súper importantes y hay que respetarlos. Cuando uno se inicia como jugador, en las divisiones inferiores, hay sueños, que es bueno tenerlos, porque esas aspiraciones ayudan a mejorar, pero una clave que me ayuda a mantenerme centrado es no perder energía pensando en objetivos a mediano o largo plazo. Hoy estoy super focalizado, que va de la mano con disfrutar el momento, para estar atento y seguir desarrollándome, porque soy joven, tengo mucho que aprender y me falta experiencia. Y, al término de cada proceso, uno evaluará si se da en este lugar u otro (dirigir en Primera), pero estoy muy contento acá.
¿Tiene claro que hay varios equipos de Primera que le han echado el ojo? ¿Está preparado para dar ese salto?
—Cuando uno experimenta cosas nuevas, tiene la incertidumbre sobre estar listo para el desafío. Para llegar donde estoy, estudié y me preparé bien. Tuve años como jugador que aportan un porcentaje relevante, tanto como la teoría, a tener la sensibilidad y el tacto que se requiere en el camarín y con muchas decisiones que hay que tomar. Entonces, siento que eso lo tengo y he ido desarrollando sistemáticamente. Es un punto importante al evaluar si uno está preparado o no. Cuando asumí este cargo, tenía ese miedo. Pero cuando uno afronta desafíos debe tener esa incertidumbre. No se puede estar totalmente preparado. Desde ese lado, he ido cumpliendo, porque soy muy busquilla para ir aprendiendo. Además, una cosa importante y que me ha ayudado, es la elección del equipo de trabajo. Hoy estoy muy seguro porque elegí gente que, si bien es joven, tiene mucha experiencia en cuerpos técnicos y, seguramente, están más capacitados que yo. Es gente que uno admira y de la cual uno aprende constantemente, que ayuda en momentos de duda o de desconocimiento.
¿Tiene alguna meta como técnico?
—Concretamente, hoy no. Entendí rápidamente que esta profesión, incluso más que la de jugador, es muy dinámica y frágil. Así me lo han hecho saber técnicos con mucha experiencia y otros que se están iniciando. A veces, los golpes son duros, como campañas que parten bien y cambian radicalmente. Pero, de nuevo: trato de no perder energía en lo que pudiera ser, porque el presente es más potente y se depende de él más que en cualquier otra profesión. Estoy muy feliz, y mis planes están con Magallanes. No sueño mucho más allá.