Hace cuatro años, en diciembre de 2014, una erupción volcánica en medio del Océano Pacífico, permitió la creación de un nuevo mundo, efímero y que los científicos dudaron podría mantenerse en el tiempo.
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El nuevo territorio, bautizado como Hunga Tonga-Hunga Ha’apai por el nombre combinado de sus vecinas, mostró ahora a investigadores de la NASA que por primera vez pusieron sus pies en el territorio, características totalmente diferentes a las que habían registrado a través de los satélites.
Su nacimiento estuvo marcado por una nube de material incandescente y humo de las de 9 kilómetros de altura, que obligó incluso a desviar los vuelos que pasaban por la zona en enero de 2015. La nueva isla ocupó un lugar en medio de otras dos más antiguas cerca del Reino de Tonga, en el Pacífico sur.
Los investigadores dudaban que la isla, la última originada por una erupción volcánica en 150 años, pudiera mantenerse en el tiempo, aunque apuestan por que en esta oportunidad su tiempo expire antes de los 30 años.
Sin embargo, a expedición de la NASA que llegó al lugar, quedó más que sorprendida por los resultados obtenidos en esta exploración, porque según afirmaron, la formación puede dar pistas de cómo los paisajes volcánicos interactuaban con el agua en la superficie de Marte.
Inesperado
El doctor Dan Slayback, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, es uno de los investigadores comprometidos con el proyecto y desde el nacimiento de la isla ha tratado de mapear el terreno.
De acuerdo con el blog de la NASA, el grupo de científicos que llegó a Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, entre los que se encontraba Slayback, encontró una serie de aspectos inesperados.
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«Todos parecíamos niños mareados», dice el investigador en el blog de la NASA. El terreno no era plano, como mostraban las imágenes satelitales y además encontraron una arcilla en el cono de color claro y pegajosa, donde apareció vegetación.
«No sabíamos realmente qué era, y todavía me desconcierta de dónde viene. Porque no es ceniza», señala. Además, los investigadores pudieron observar cómo la vegetación ha comenzado a echar raíces en el istmo que conecta la isla con su vecina, y los parches probablemente sembrados por excrementos de aves en el flanco del cono volcánico. Una lechuza hizo una aparición sorpresa (probablemente llegó de una de las islas más antiguas y con vegetación) y también pudieron verse cientos de charranes que se habían refugiado en los acantilados que rodean el lago del cráter», explicó Slayback.
Y aunque los científicos aseguran que quedaron muchas preguntas por responder, la expedición permitió avanzar un poco más en el entendimiento del proceso de formación de nuevos territorios.