Por Juan Ignacio Gardella
“No me siento un ejemplo”, me decía Fernando Demaria a fines del 2013. A principios del 2012, en el Mundial de Enduro de Talca, había sufrido un accidente que lo dejó tetrapléjico. El diagnóstico fue demoledor: no volvería a hacer deporte. Meses después ya estaba practicando handcycling -bicicleta que se mueve con las manos-, pero de todas formas no se sentía un modelo a imitar.
“No me siento un ejemplo”, me volvió a decir el jueves pasado, luego de dar la primera charla de su vida, en la Universidad Andrés Bello, donde ya está en cuarto año de Ingeniería Comercial. No sólo retomó sus estudios, sino que maneja su propio auto, también un buggy, fue navegante en el RallyMobil, ha buceado, esquiado e incluso se ha tirado en paracaídas.
Si eso no es un ejemplo… llamémoslo “testimonio”. “Yo soy una persona común y corriente, normal, a la que le gusta hacer cosas. Si mi testimonio le sirve a los demás, feliz de contarlo”, explica Nano, que pretende repetir la experiencia, más allá del ámbito universitario: “No soy mucho de hablar en público, sino más bien introvertido, pero la idea es seguir con las charlas. Me sentí muy cómodo”.
“Lo que quiero es comunicarle a la gente que no se preocupe por tonteras, que hay problemas que son realmente importantes y que se puede salir adelante”, continúa el joven. “De repente se te pone oscura la cosa, pero siempre va a salir el sol. Con ganas, esfuerzo y la mente bien puesta en los objetivos, puedes ser feliz a tu manera”, complementa.
Y como el inconformista que es, tiene sus metas claras. Terminar la carrera es lo primero, aunque el chip competitivo sigue presente en su cabeza. “Después quiero meterme a algunas competencias en el buggy. Uno de mis sueños, claramente, es correr el Dakar, pero eso lo veo muy a futuro. Quizá partir en el RallyMobil, pero ahora manejando. Hay que ir paso a paso”, cierra.
Nano no tiene límites.