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El 8 de agosto de 1962 debutó en la pantalla nacional el programa “Show dominical”, animado por un entonces desconocido Mario Kreutzberger. Sin embargo, luego de sus primeras emisiones es cancelado, y “Don Francisco” es despedido del canal, hasta que los reclamos populares de recontratación fueron superiores. Frente a esto, en abril de 1963 vuelve el espacio, pero bajo el nombre de “Sábados alegres”, hasta 1968 cuando se lanzó el nombre que lleva hasta hoy: “Sábado gigante”.
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Durante sus primeros años el espacio fue duramente criticado por los medios de comunicaciones, lo que calificaron al animador de poco profesional, de burlarse de los concursantes y del público, como se manifiesta en la biografía “Entre la Espada y la TV”.
Pese a las críticas, el programa se volvió un éxito en la televisión nacional, llegando a obtener cerca del 80% de la sintonía y largas e inéditas horas de producción con transmisiones de hasta 7 horas continuadas, como ocurrió en 1986 y 1987.
Con una larga data de contenidos y espacios, como el “Clan Infantil”, “Ranking juvenil”, “El chacal de la trompeta” y “Solteros y solteras”, la apuesta logró sobrevivir 53 años en la televisión, siendo certificado incluso por los Libros Guinnes de los récords como el “programa de variedades más antiguo de la televisión mundial”, además de transmitirse en 43 países.
Otro de las recordadas secciones fue “La cámara viajera” es una de las clásicas, la mostró los lugares más atractivos en cerca de 150 países como Panamá, Suiza, Estados Unidos, Jamaica, Egipto, Italia y Reino Unido, entre otros.
¿Pero qué había detrás del popular espacio de viajes? En Publimetro hablamos con uno de los camarógrafos que recorrió el mundo con “Don Francisco”, especialmente Centro y Latinoamérica, por más de cuatro años, Roberto Rebolledo, y que vivió un sinfín de experiencias con el animador.
¿Cómo nació tu historia con “Sábado Gigante”?
-Habían dos camarógrafos y dos asistentes, es decir, dos equipos. Partí como asistente de cámara, aunque en los viajes había que hacer de todo, incluyendo audio e iluminación, y ascendí porque uno de mis compañeros se casó y el matrimonio estaba medio malo porque nos tocaba viajar mucho, no teníamos vida directamente en Santiago, así que estaba a punto de separarse por lo que me propuso el cambio, lo que yo acepté feliz.
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¿Recuerdas en qué año comenzaste o cuánto tiempo estuviste relacionado con el programa?
-No concretamente (risas), pero tengo tres pasaportes completos de recuerdo y que están rayados hasta las tapas porque no alcanzábamos a sacar documentos nuevos, llegábamos sólo para volver a viajar. Aunque eso me ayudó a cumplir con mis ganas enormes de tener una maleta llena de calcomanías de los vuelos o los destinos.
¿Cómo fue el ritmo de grabación de “La cámara viajera”?
-No es como cuando tu andas de veraneo, en que puedes quedarte un rato mirando, acá era todo muy rápido y conoces la historia, la gente, pero más allá no logramos hacerlo como a uno le gusta, pero fue una experiencia maravillosa. Aunque el trabajo era terrible, nos levantábamos a las 01:00 horas y nos levantábamos a las 04:00 horas, recorríamos tres países en 15 días. Aunque a veces nos dábamos el gusto de quedarnos conversando, tomando un anís que a Mario le gustaba mucho.
¿Algo que quieras destacar de las grabaciones del segmento?
-Sí, teníamos que andar con la cámara encendida desde que llegaba Mario hasta que nos acostábamos, lo mismo con el audio y la iluminación, puesto que cuando él caminaba y cuando echaba el brazo para atrás había que pasarle el micrófono de mano, era la señal, por lo que había que estar muy atento.
Pensando en anécdotas, ¿alguna que nos puedas compartir?
-Más que anécdota, nos impresionaba cómo recibían a Mario en los otros países, donde iban hasta los presidentes a buscarlo al aeropuerto. En los viajes muchas veces teníamos todo gratis porque los gobiernos pagaban todo. Aunque también pasábamos otros momentos como el recorrido que hicimos a un archipiélago pañameno en una avioneta pequeña, con asientos casi de palo y Mario decía que nos íbamos a matar todos ahí en tono de broma, pero la gente que no lo conocía iba aterrada por sus comentarios.
¿Vivieron algún momento complicado?
-Sí, en Venezuela porque nos encontramos en medio de disturbios, entonces teníamos que escondernos a esperar que terminaran. Había peligro en la grabación, porque nos enfrentábamos a cosas que los chilenos no estamos acostumbrados como esos conflictos o tener que vacunarnos para ir a Centroamérica, más en un momento en que casi nadie viajaba.
¿Cómo resumirías la relación con Mario durante los viajes?
-Nos conversaba mucho, no de trabajo, pero sí de la vida. Muy diferente a lo que ocurría en el canal, donde tú puedes pasar por su lado y no te saludaba. Él era muy trabajólico, escribía todas sus ideas, locuras, proyectos y siempre nos decía que ‘ojalá en Chile supieran lo importante que es “Sábado Gigante”. Además, él andaba constantemente bromeando, subiéndonos el ánimo y pagándonos todo, desde dormir desde los mejores hoteles hasta los regalos que nos daba. Se hacía familia, lo que era muy bonito, pese a que no somos amigos.
En base a eso que me cuentas, ¿se podría decir que Mario era distinto al de la cámara apagada al que andaba de viaje?
-A diferencia de lo que todos cuentan, de que cuando apagaban las cámaras él se agachaba y ponía cara de puchero, acá lo disfrutaba.
En lo personal, ¿hubo algún país que te haya marcado?
-Panamá, cuyo presidente de ese entonces nos invitó a tomar desayuno y nos dio un regalo, donde anduvimos metidos en la selva, donde íbamos con gente armada por los riegos de su cercanía con Colombia. Allí también anduvimos en canoas metidos en los manglares, entre serpientes y otros animales, conocimos gente que armaba su casa sobre los corales, había agua transparente.
Me imagino que durante ese paso por la selva también salieron animales en el camino…
-Aparte de las arañas gigantescas que nunca habíamos visto antes, una vez íbamos caminando con los aborígenes y los guardias nos encontramos con un paso lleno de hormigas grandes, donde nos dijeron que teníamos que pasar por encima sin tocarlas siquiera, porque si se te llega a subir una te hacían pebre la pierna. También fuimos a una reserva ecológica donde debíamos andar con el pantalón dentro del calcetín, no se te podía ver nada de piel, porque habían unos bichos pequeños que se te metían debajo de la piel, donde ponían huevos.
¿Cómo se tomaba esos momentos Mario?
-Las disfrutaba, nunca escuché que se quejara. Aparte que el que marcaba era Jorge Mödinger (editor periodístico hasta 1992), quien daba todas las indicaciones, incluyendo las canoas de los manglares, de las que Mario se ría porque no entendía qué estábamos haciendo ahí. Él lo pasaba muy bien, una vez lo escuché, de que hacer este espacio era una gustito, un descanso.
¿Crees que tu paso por “Sábado Gigante”, especialmente en “La cámara viajera”, contribuyó a tu crecimiento profesional?
-Un día me acerqué a darle las gracias, recordarle que habíamos trabajado juntos y contarle que ahora trabaja como director de teleseries en Canal 13, porque contigo y tu programa conocí el mundo, lo que me ayuda a hablar con todo el mundo sin quedar chico, además de quedarte con muy buenos recuerdos. Me dio experiencia de vida, conocimiento que sólo ocurre cuando viajas, porque todo lo que leíste en los libros se vuelve realidad.
Catalina Ruiz Ravello