Hija de la actriz Debbie Reynolds y del cantante Eddie Fisher, Carrie Fisher, tuvo que lidiar con la fama antes de convertirse en una estrella global con la primera película de «Star Wars». Su personaje, la aguerrida princesa Leia, fue un papel más que complejo de replicar fuera de la pantalla grande, ya que las drogas y el alcohol fueron protagonistas en buena parte de la historia de esta actriz que murió este martes a los 60 años. Una etapa oscura que nunca ocultó y que compartió en libros y entrevistas.
Desde su nacimiento, en Los Angeles en octubre de 1956, su vida estuvo marcada por la extravagancia de Hollywood. Sin embargo, no tuvo una infancia feliz en Beverly Hills como uno podría haber augurado en su tiempo, luego de que su madre viera como su marido la dejaba por su mejor amiga, Elizabeth Taylor. En la década de los 80 sucumbió al alcohol, las drogas y la depresión, mientras que asumía papeles fracasados en películas como «Under the Rainbow» (1981) y «Hollywood Vice Squad» (1986).
A lo largo de los años dio varias entrevistas sobre su trastorno de bipolaridad y adicción a los medicamentos y a la cocaína, admitiendo su uso durante la filmación de «El imperio contraataca» (1980). Al ser consultada por Vanity Fair en 2006 respecto a cómo persuadió a George Lucas para que le diera el papel de la princesa Leia, respondió: «Dormí con algún nerd, espero que haya sido George. Tomé muchas drogas como para recordar», añadió. En aquella ocasión también habló sobre la terapia electro-convulsiva, la que consistía en pequeñas descargas en el cerebro para desencadenar pequeñas convulsiones.
Con tan solo 19 años, y tras rodar su primera «Star Wars», Fisher pasó sus más oscuros momentos producto de sus adicciones. Fue el tiempo en que también vivió una turbulenta relación y matrimonio con el músico Paul Simon (Simon & Garfunkel), a quien dejó por el cazatalentos Bryan Lourd.
Tras una sobredosis y un procesos de desintoxicación, no fue la actuación la que le encontró un nuevo camino en Hollywood. Fue su talento al escribir el que le volvió a abrir las puertas de la industria. En 1987 publicó «Postales desde el filo», una novela de tintes autobiográficos en la que hablaba de una actriz que trata de rehacer su vida después de una noche de abusos de drogas que casi termina con su vida. El libro se convirtió en película a cargo de Mike Nichols y protagonizado por Meryl Streep y Shirley MacLaine.
Con su reconocimiento como talentosa guionista, (revisó numerosos guiones, incluyendo «Cambio de hábito» (1992), «Epidemia» (1995) y «La mejor de mis bodas» (1998) desde las sombras), escribió una columna de consejos para el diario británico The Guardian en al que proporcionaría «asesoramiento solicitado, basado en una vida llena de tropiezos y accidentes». En ella, le dijo a sus lectores que las adicciones, los problemas sentimentales y los trastornos mentales equivalen a una distribución «compartida de desafíos e infelices experiencias». «Con el tiempo, presté atención, tomé nota y olvidé fácilmente la mitad de todo lo que pasé. Pero revuelvo la mitad de los recuerdos y los pongo a sus pies», indicó.
Carrie Fisher escribió varias novelas más, pero fueron sus memorias «Wishful Drinking» (2008), la que la regresó a los escenarios al convertirlo en un monologo para HBO tres años después.
El libro que estaba promocionando antes de morir llevaba por título «The Princess Diarist» y se basó en los recortes de diarios que guardó de la filmación de la trilogía original de «Star Wars». Estas llamaron la atención de la prensa luego que la actriz admitiera haber tenido un amorío de tres meses con Harrison Ford durante la grabación de la primera película en 1976. Para esa época, Ford tenía 33 años y Fisher tan solo 19. Sin mencionar que el actor que da vida a Han Solo estaba casado entonces con su primera esposa Mary Marquardt.
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