* Analista internacional
La más poderosa alianza militar del mundo cumple 70 años. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) ha sido el pilar de la defensa occidental. Integrada por Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia Alemania y otros 24 países europeos, se rige por el principio de los tres mosqueteros: “Todos para uno y uno para todos”. Si algún país era atacado, el conjunto respondería en su defensa. Afortunadamente el solemne compromiso nunca fue puesto a prueba.
A poco de concluir la Segunda Guerra Mundial, la llamada Guerra Fría oscureció el panorama. En las palabras de Winston Churchill, el primer ministro británico, una “cortina de hierro” dividió al viejo mundo: de un lado las potencias occidentales crearon la Otan, en 1949, y entonces un general inglés resumió con cierta ironía que su propósito “era mantener a los americanos en Europa, a los rusos fuera de ella y a Alemania pequeña”. Moscú, a su vez, impulsó el Pacto de Varsovia, fundado en 1955, que incluyó a todos los países europeos de la órbita soviética, inspirados en la misma filosofía de defensa colectiva.
La caída del Muro de Berlín, en 1989, marcó el fin del Pacto de Varsovia. La Otan, en cambio, lejos de desbandarse, buscó nuevos estados miembros entre los países que abandonaron la esfera soviética. De hecho, el grueso de ellos engrosó sus filas. Así, el dispositivo militar occidental ha llegado a las fronteras de Rusia contraviniendo los acuerdos tácitos alcanzados con el presidente ruso Mijaíl Gorbachov. Se perdió una oportunidad para haber unificado al continente europeo, dejando atrás una centenaria fuente de fricción política y militar.
La Otan, sin un derrotero claro, buscó un rol por la vía de “intervenciones humanitarias”. La primera acción bélica de su historia ocurrió en 1999, con el bombardeo masivo de lo que quedaba de la antigua Yugoslavia. Fue un ataque realizado desafiando la autoridad del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, estableciendo un nefasto precedente. Mirado en retrospectiva, si bien la agresión logró remover del poder al dictador Slobodan Milosevic, la Operación Fuerza Aliada no tenía justificación suficiente.
Hoy, la organización, que no cuenta con tropas propias, sino que depende de los efectivos de los países miembros, enfrenta tensiones. Estados Unidos alega, con razón, que paga una cantidad desmedida de los gastos. Turquía, uno de los integrantes clave, invadió una zona del norte de Siria. Allí exige respaldo para su combate contra organizaciones kurdas que califica como terroristas. Varios países, incluidos Estados Unidos y Francia, lucharon hombro a hombro con esas organizaciones para derrotar al Estado Islámico. Está por verse si la organización logrará superar lo que Michel Macron, el presidente francés, denominó su “ parálisis cerebral”, aludiendo a la ausencia de una estrategia coherente.
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