* Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa.
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Desde la aparición de su primer tráiler -uno de los más destacados y atractivos del último tiempo-, «Guasón» ha conseguido elevar progresivamente las expectativas cinéfilas, acrecentadas cuando en su estreno mundial, en la competencia oficial del Festival de Venecia, no sólo cosechó entusiastas elogios de los críticos, sino además obtuvo el León de Oro a la mejor película, logro hasta ahora nunca alcanzado en un certamen de clase A por un filme inspirado en personajes de cómics. Y, además, dirigido por el estadounidense Todd Phillips, el mismo que obtuvo éxito popular y de crítica con su trilogía «¿Qué pasó ayer?», iniciada precisamente hace una década.
Con todos esos antecedentes, ¿está a la altura de las circunstancias este nuevo acercamiento fílmico al antagonista de Batman, ahora centrado en sus orígenes? De partida, si ya fuera sólo por la increíble actuación de Joaquin Phoenix, absolutamente. Ya no debería ser sorpresa la intensa caracterización física y el tormento interior que alberga el talentoso actor, pero de todos modos su desempeño vuelve a ser deslumbrante. Comparado con las otras encarnaciones del personaje en la pantalla grande -Jack Nicholson, Heath Ledger y Jared Leto-, es un Guasón mucho más fracturado y dañado física y sicológicamente, en el que está ausente uno de los elementos característicos del personaje: sus dotes cómicas, tanto porque el afán del protagonista por destacar en el stand-up no tiene buenos resultados, como además porque acá no aparece esa capacidad para alternar entre la sicopatía y el humor negro y absurdo que lucía en anteriores versiones, pues desde el inicio al final lo vemos siempre sombrío, perturbador e inquietante.
Eso permite que el impacto y la opresión sean más fuertes para el espectador, pero a la vez hace que el largometraje no desarrolle por completo su interesante propuesta y pareciera tocar permanentemente la misma cuerda, siguiendo un rumbo marcado, inexorable, pero a la vez predecible, sobre todo habiendo visto los tráilers. Eso no disminuye sus evidentes aciertos: además de Phoenix, más allá de la polémica en Estados Unidos por su potencial de incitación a la violencia y el anarquismo ante las injusticias y la desigualdad, llama la atención su empleo de la violencia, que puede ser muy gráfica y en otros momentos sólo sugerida. Con una banda sonora que alterna una reiterativa y machacona partitura de la islandesa Hildur Gudnadóttir con un acertado uso de canciones -con clásicos como «Smile» y «Send in the clowns»-, tiene algunas soluciones visuales inspiradas y hermosas, y tanto la dirección de arte como la fotografía capturan de manera notable una atmósfera que más que evocar la Ciudad Gótica de los cómics, remite al Nueva York de los años 70 y 80, tanto en su look como en las referencias a clásicos de Scorsese como «Taxi Driver» y «El rey de la comedia» -no es casual la presencia del protagonista de ambas, Robert De Niro-, o ecos a títulos como «Network». Por estos lados, incluso podríamos establecer lazos con «Tony Manero».
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