* Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle
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Escribo estas líneas desde Estados Unidos. He celebrado el 18 de septiembre muchas veces fuera de Chile. Hay colonias chilenas en todos lados, la verdad. Da gusto como, a pesar de las diferencias políticas, nos podemos encontrar y celebrar. Al final, hay cosas más importantes que nos unen y permiten festejar y brindar juntos.
El mundo iría mejor si mejorara la voluntad de dialogar. Fue lo que dijo el papa Francisco hace unos días en su viaje por tres países africanos, aludiendo a los varios lustros de desavenencias y guerras internas en esos sufridos países. Y esto, que dijo tan lejos, vale para Chile. “Conversando se entiende la gente”. Construir sociedad, hacer democracia, dialogar, no es fácil. Supone esfuerzo, renuncias, escuchar (la naturaleza es sabia: tenemos dos orejas y una boca), tolerancia ante lo que no comparto. Buscar lo positivo y veraz en el otro. Dialogar supone capacidad de acuerdos y respeto a las decisiones tomadas.
Ha costado cerrar heridas, pero es una exigencia ética el renovar los esfuerzos para restablecer la buena convivencia. Son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Me llama la atención el recelo de algunos ante la democracia. Creo que es sólo signo de flojera mental, escasez de ideas e inteligencia. Las dictaduras no traen nada bueno. Los que creemos en la democracia, debemos reforzar esfuerzos por proteger la libertad, el diálogo, la integración de los más postergados, pobres y abandonados. La sanidad de una democracia se revela en el cuidado de quienes se han ido quedando al borde del camino. Es capaz de crear una red de protección social sólida, que apoye a quienes más lo necesiten. Y sí, lo sé: en democracia se cometen crímenes, corrupción y un largo etcétera. De ahí que hay que reforzar las herramientas fiscalizadoras para combatir esas lacras, castigar a quienes delinquen y abusan del sistema.
Quienes se dedican al servicio público deben redoblar sus esfuerzos por realizar una buena tarea, de excelencia, dando lo mejor de sí. La exigencia ciudadana es cada vez mayor, por lo que no deben descansar en desempeñarse bien. Quienes trabajen en el sector público deben esforzarse por mejorar su eficiencia y servicio.
Pero volvamos a esto de la paz. Ella se construye primero al interior de la familia, en el hogar, colegios y oficinas. El relamido discurso de que en lo pequeño construimos lo grande, viene a cuento. Como nunca, hoy notamos el impacto de las acciones pequeñas en un mundo cada vez más interconectado. Lamento las voces amargas que desprecian los esfuerzos individuales por mejorar el mundo, conservar el medio ambiente, construir una sociedad más justa. Se equivocan. Se notan los efectos positivos de los esfuerzos mancomunados en campañas por mejorar el medio ambiente en barrios, comunas, donde la gente, usted y yo, nos sumamos a ellas. Sin el aporte de cada cual, de poco sirven los esfuerzos gubernamentales o las grandes políticas públicas. Lo mismo con relación a la paz y buen trato. Septiembre es mes de la patria. Seamos constructores de paz, empezando por casa. Su esfuerzo hará a otro más feliz. Y de paso, tendremos un mejor país. ¡Felices y bendecidas Fiestas Patrias!
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