Opinión

¡Verde que te quiero verde!

* Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle

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“Verde que te quiero verde / Verde viento. Verdes ramas / El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña”. Así comienza un célebre poema de García Lorca, que luego fue inmortalizado en un romancero sevillano por José Ortega: ¡Verde que te quiero verde! Un elogio a la naturaleza, el campo, la alegría y colorido de los valles que contempló el poeta sevillano.

No ha pasado un siglo, y los tiempos, y temperaturas, han cambiado. El impacto del cambio climático, fruto de la irresponsabilidad humana, nos está pasando la cuenta. Las tragedias apocalípticas de Islas Canarias, África, Bolivia y Amazonas dan cuenta de los fatales errores cometidos por nuestra desidia. Urge un diálogo armonioso con el entorno, con los bosques, valles, mares y ríos. Dependemos de la naturaleza y crecemos a partir de ella; estamos aquí no para servirnos del entorno, sino para servirlo y bien administrarlo.

“La naturaleza es la mejor maestra de la verdad”, dice San Agustín. Grandes pensadores supieron nutrirse de un contacto estrecho con ella. Más enseña el contacto con los árboles y campos que una habitación cerrada. “Olvidar cómo excavar la tierra y cuidar el suelo es olvidarnos de nosotros mismos”, dice Mahatma Gandhi.

“La naturaleza provee una comida gratis, pero sólo si controlamos nuestro apetito”, dice irónicamente un escritor americano. La pura verdad. Se trata de administrar racionalmente lo que se nos ha confiado y no sobreexplotarlo como lo hemos hecho.

Ad portas de celebrar la COP25, bueno es tomar conciencia de la urgencia dramática de la hora que vivimos. O atinamos, o desaparecemos. Necesitamos de la naturaleza como del aire y el agua. En estos meses previos a esa cumbre, la prensa nos ha llenado de buenas recomendaciones. Quiero aportar con algunas pocas más. Primero, cuidemos el verde de nuestro metro cuadrado. Cultivemos plantas de bajo consumo de agua, autóctonas. ¡Se cuidan solas!

Todo lo que produce un jardín, debe quedarse ahí. No hay razón para sacar hojas, ramas y demases. Haga compotas de tierra de hoja. Toda casa debería tener un recipiente para deshecho natural. Sacar los excesos empobrece la tierra. “Sólo nosotros los humanos producimos basura que la naturaleza no puede digerir”.

Un sabio dicho nativo americano nos habla de que no trabajamos para nosotros. “No heredamos la tierra de nuestros ancestros, la tomamos prestada de nuestros hijos”. En efecto, pensemos en las generaciones que nos seguirán y que merecen un mundo verde como el que recibimos.

La naturaleza nos brinda silencio, paz, armonía y belleza sin límites. Caminar entre los árboles es una terapia gratuita y eficiente para nuestras vidas estresadas.

Siempre que busquemos paz y silencio, podemos retirarnos a la naturaleza. En ella nuestros sentidos se purifican. Un hermoso paisaje puede vigorizar el alma y restaurar nuestras energías. Descubriremos que la felicidad radica en los placeres simples.

Viviríamos mejor, seríamos más felices, si cultiváramos un contacto más estrecho con la naturaleza. Y la tratáramos mejor. En la naturaleza no hay recompensas ni castigos, hay consecuencias. El daño que le causamos nos repercute negativamente. De ahí que el primer paso sea cuidarla y respetarla. La naturaleza no conoce el bien o el mal, sólo consecuencias de nuestras malas acciones. Estamos a tiempo para enmendar el rumbo.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

 

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