* Gerente general de Fundación Portas
Hace unos días conocimos el lamentable desenlace del homicidio de Fernanda Maciel. Después de un año y cuatro meses de su desaparición, su cuerpo fue encontrado en una bodega cerca de su casa, en la misma que fue vista por última vez, y que fue periciada en cinco oportunidades antes por la policía.
Durante todos estos meses vimos a una familia desesperada en búsqueda de Fernanda y su hijo de siete meses en gestación, quienes criticaron justificadamente a la Fiscalía por una serie de errores en la investigación. El cuerpo de Fernanda apareció a cien metros de su domicilio y en el lugar donde su familia y su pareja insistió que se revisara y que era administrado por Felipe Rojas, único imputado y detenido por el asesinato de Fernanda. Este caso mostró la peor y más deficiente labor de las instituciones a cargo de la búsqueda, en una serie de irregularidades que muestran un claro sesgo de género y de clase a Fernanda.
Qué injusto y vergonzoso que en Chile los aparatos del Estado investiguen los crímenes contra las mujeres con negligencia y desidia institucional, como lo han denunciado redes contra la violencia hacia las mujeres y como muchas veces hemos sido testigos a lo largo de la historia judicial del país. Al mismo tiempo es indignante y condenable que una familia de Conchalí, como de cualquier otro lugar, tenga que someterse a tantas irregularidades a la hora de buscar a uno de sus seres queridos, porque nuestro país es clasista y las desigualdades nos acompañan en todo el ciclo vital.
A la reprochable labor de todas las instituciones, fuimos testigos también de un cuestionable tratamiento de importantes medios de comunicación al caso de Fernanda, similar al que vivió Nabila Rifo hace unos años cuando fue atacada por quien era su pareja. Un asesinato y una desaparición no debe abordarse desde la morbosidad ni mucho menos desde los números, sino que es necesario un rol de respeto y cuidado al tratamiento de la información, donde se debe interpelar a quienes han retrasado y no han hecho bien su trabajo en una investigación. También es reprobable que se exponga públicamente el perfil sicológico de una víctima, porque la exponen, revictimizan a su círculo cercano y se entiende que están justificando el actuar de su asesino.
Es necesario que trabajemos con ahínco en terminar con la violencia hacia las mujeres en todas sus dimensiones. Somos millones los que no queremos más casos de Fernanda, que sólo nos muestran lo duro que es ser mujer y más aún de un sector vulnerable. Comprometámonos con erradicar de raíz la violencia machista.
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