- Analista internacional
El gobierno argentino sospechaba que enfilaba a una crisis de proporciones mayores. Cada día el peso perdía su valor frente al dólar. Desde la crisis de la lira turca, hace algunas semanas, se señaló a Buenos Aires como uno de los eslabones débiles de la cadena financiera internacional. Tal era la ansiedad que este miércoles el Ejecutivo decidió dar la cara. Para reforzar su mensaje, el presidente Mauricio Macri se dirigió al país. Lo hizo temprano, a las 08:30, antes de la apertura de los mercados. En forma escueta, en menos de dos minutos, Macri señaló que no había nada que temer. Estaban los recursos para enfrentar las demandas del próximo presupuesto. El préstamo por 50 mil millones de dólares, otorgado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), despejaba cualquier duda ante el futuro económico.
¿Qué paso tras la alocución presidencial? Apenas abrieron los mercados, el dólar se disparó. De su cotización de 32 pesos ha llegado a superar los 40. En un país traumatizado, por los desbarajustes financieros, bastó que la autoridad dijera que todo estaba bajo control para que su audiencia escuchara todo lo contrario. La desconfianza latente está a la vista en el altísimo nivel de dolarización de la economía. El mercado inmueble, por ejemplo, se cotiza casi exclusivamente en dólares. Esto por la sospecha, varias veces corroborada, de que el peso puede desplomarse.
La poca credibilidad económica del gobierno tiene base. La autoridad económica anticipó que la inflación para el año en curso no superaría el 15%. Hasta este momento ya va en 20%y se estima que pasará del 30% para fines de año. Así, quien ahorra en pesos, habrá perdido casi un 30% de su capacidad adquisitiva en doce meses. Para paliar esta situación, el Banco Central fijó una tasa de interés del 40%. Pero ahora, luego de la debacle de esta semana, la tasa fue elevada al 60% anual. Una cota que hace impensable la toma de préstamos por parte de particulares y empresas. Esto redundará en una baja aguda del consumo y en las inversiones productivas. Es otra forma de anticipar que la Argentina camina a una recesión.
Los más perjudicados son los asalariados, que no pueden proteger su ingreso con divisas extranjeras. La Confederación General del Trabajo (CGT) ha convocado a un paro general, para el 25 de septiembre, exigiendo un viraje en la conducción económica. Las presiones también vienen de la vereda contraria. Ante la gravedad de la crisis, el FMI adelantó que si bien se revisarían los plazos de los desembolsos, a su vez exigiría más ajustes. Esto es disminuir el gasto fiscal para reducir el déficit actual.
El gobierno termina así una semana para el olvido. En primer lugar, Macri no debió haberse expuesto al hacer su llamado a la tranquilidad. Su autoridad está dañada con la respuesta de los mercados que no le creyeron. Como señala un decir popular: la confianza crece con la lentitud de una palmera, pero se pierde con la velocidad que cae un coco.
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