- Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
Nuestra existencia coincide con un momento de la historia completamente incierto para nuestro destino. Los padres y abuelos de esta generación debiesen sentirse afortunados: tenían claro su mundo en el conflicto. Los buenos, los malos, depende de dónde se situaban. Había héroes, que daban su vida por otros o simplemente hacían creer eso a los demás y con eso bastaba. Dudas pocas, y para qué: casi nada sabíamos de los otros en sus vidas privadas. Es más: existía lo privado.
Para saber cosas, prendías la tele o leías el diario. Ellos, los dueños, sabían las cosas que tú no. Pero estaba claro.
En los últimos 5 años la tendencia fue creciente: empezamos a vivir una nueva era donde la información que recibimos esta preconfigurada por dónde vivimos, a qué atendemos en nuestros intereses y lo que deseamos tener, que es a la vez lo que nos hace ser. Porque nunca habíamos podido tener tanto a la mano, y tan poco significaba. Podemos llevar un resumen de libros en el celular con más de dos mil títulos (Blinkist) pero nunca terminar uno: pagamos para que nos terminen el libro. En ese momento de la historia estamos instalados. Estamos en el instante en que la tele se nos programa a sí misma (Youtube plus Android TV) en torno a lo que estábamos buscando en nuestro pasado o nos interesa ver cuando consumimos. Tenemos libros, discos, programas on demand pendientes, pero siempre volvemos a la misma música, a lo primigenio del momento y con eso nos venden celulares a nuestra medida para que sigan vigilando nuestro paso por las calles y definiendo qué público somos, pasándoles por encima a los editores del papel.
Es tan taro esto, que la universidad está atrasada e intentando ser una facultad del presente cuando antes la academia se dedicaba a compilar el conocimiento, hoy trata de ser una síntesis del hoy y el mañana. Es un curso metodológico de los choques de los tiempos.
Es por eso que es tan necesario un congreso futuro como el que se realiza justo cuando se congregan los que sólo creen en el pasado, con sus trajes e imposiciones canónicas desde un país extranjero, de la moral y lo bueno, cuando se esconde tanto de lo malo. Necesitamos un congreso futuro como el que estamos viviendo porque nunca había existido tal incertidumbre. Necesitamos ciencia, para quebrar los prejuicios y entender desde dónde nos instalamos y tomar conciencia de los paradigmas que están sucediendo. Necesitamos mujeres para descubrir nuestros pilares instalados y botarlos de una vez por todas, entendiendo desde ahí la belleza de lo diverso y las ideas de cambio que terminan con el patriarcado que instala modelos económicos destructivos y mentiras manipulables con el objetivo de conquistar conciencias y desnaturalizar lo que no esté a merced de sus deseos concretos y sin límite. Necesitamos conocer de una vez por todas el universo, al cual tendremos que escapar si las mayorías minoritarias siguen eligiendo por las mayores irresponsables que no descubren que es su tiempo de ser capaces de tomar el rol de la historia y dejar de estar mirando el paso del tiempo mientras todo se transforma e imprime de una gran desesperanza. Por eso es necesario. Porque es la mejor respuesta frente a lo que no sabemos, intentar. Y la ciencia se trata de eso. De intentar dar sentido o explicación a lo que no se ve.
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