- Analista internacional
Palestinos bailaban, cantaban y repartían dulces en las proximidades de la mezquita de Al Aqsa. El júbilo era por haber forzado a las autoridades israelíes a retirar detectores de metales del entorno del templo. Fue una victoria simbólica pues nada cambia en la dura vida cotidiana de los palestinos.
La nueva fricción entre ambas comunidades comenzó con el asesinato de dos policías israelíes, el 14 de julio, por parte de tres palestinos israelíes en la vecindad de Al-Aqsa. En respuesta el gobierno israelí prohibió a los hombres menores de 50 años orar en la mezquita, considerada como el tercer lugar santo del Islam después de la Meca y Medina en Arabia Saudita. Los fieles además debían pasar por portales detectores de metales para ingresar a realizar sus oraciones. La medida inflamó el ánimo de los musulmanes.
En Israel hay detectores de metales en la entrada de los supermercados, hoteles y numerosos lugares públicos que no provocan protestas. Pero tratándose de Al Aqsa es diferente. Los palestinos temieron que las autoridades israelíes aprovecharan para ejercer más control sobre el lugar santo. A un costado de la explanada sobre la que se encuentra la mezquita está el Muro de los Lamentos. Se trata de los remanentes del antiguo Segundo Templo que es el lugar más importante para los religiosos judíos. Israel ganó el control del sitio tras la guerra librada contra Jordania en 1967.
Jerusalén está anclada profundo en el corazón tanto de judíos como de palestinos. Ambos la reivindican como su capital. El grueso de los países no reconoce esta demanda y tiene sus embajadas en Israel en Tel Aviv. La capital de facto palestina es Ramala, pero la parte antigua de Jerusalén es el bastión de su identidad nacional. Israel, a su vez, ha buscado cercar la población árabe mediante la demolición de casas y la construcción de nuevos barrios.
Hoy amainan los conflictos que han acaparado la atención en los últimos años. La guerra civil siria culmina su quinto año con cientos de miles de muertes y millones de desplazados. Ahora, en cada región del país se pactan ceses al fuego. El régimen del presidente Bashar al-Asad es el vencedor del trágico conflicto. En Irak el gobierno junto a los kurdos y Estados Unidos han logrado una victoria estratégica contra el Estado Islámico (EI). La recaptura de Mosul es un golpe decisivo también de los chiítas contra los sunitas que mantenían vasos comunicantes con el EI. La pugna entre ambas corrientes del Islam seguirá viva. Pero el proyecto del EI de construir un califato que abarcase buena parte del mundo árabe se ha esfumado.
En estas circunstancias los ojos vuelven al conflicto más antiguo de la región que es el que opone a israelíes y palestinos. Las perspectivas para los últimos no son auspiciosas. Buena parte del mundo árabe, liderado por Arabia Saudita, está ante todo preocupado de enfrentar a Irán. En este contexto Israel aparece como un aliado. La alianza que opera ya de manera tácita, respaldada en forma decidida por el gobierno del presidente Donald Trump, debilita las demandas palestinas.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro