- Past president de la Asociación de Oficinas de Arquitectos (AOA).
Cuando llueve de cierta forma inesperada o con gran intensidad, la ciudad de Santiago no es capaz de funcionar como un gran sistema. Es fácil recordar recientes eventos donde hemos visto esto: varios sectores de la capital inundados, sin electricidad y con significativos daños estructurales tras fuertes precipitaciones.
Puede parecer lógico que el agua superficial escurra desde las comunas más altas a las más bajas, pero lo que no es obvio es que a las autoridades de cada una de esas comunas les cueste comprender que el problema va más allá de sus límites y que necesariamente debemos enfrentarlo como un sistema.
Cualquier elemento que compone una ciudad, ya sean terrenos, casas, edificios, ciudadanos, transporte, parques, en fin, debe considerarse como parte de un todo y no funcionan armoniosamente si se toman por separado. Esto implica una visión sistémica de la realidad, lo que significa que la alteración de un solo elemento puede provocar modificación en todos. Es igual que las fichas del dominó colocadas verticalmente en hilera: basta que una caiga, para que se desplomen todas.
En Chile, esto es bien sencillo de ejemplificar. Sólo hay que analizar las políticas territoriales como las ordenanzas y planos reguladores, entre otros, para darse cuenta que tampoco ayudan a esta visión sistemática.
Varios actores de la ciudad ya llevan un tiempo denunciando este tema: cada comuna tiene sus propios planes y en general miran a los edificios y a las urbanizaciones nuevas como “unidades” y no como parte de un sistema. Esto, finalmente afecta a la calidad de vida de los más de siete millones de chilenos que viven en la gran capital. Vemos como en una zona de la ciudad baja la densidad de habitantes y, en otras, aumenta a la merced del arbitrio de la autoridad de turno. Por ejemplo, lo que pasa en Puente Alto, se resiente inevitablemente en Maipú. Lo que pasa en Providencia, repercute en Peñalolén. En consecuencia, no es una ciudad, sino que un conjunto de comunas segregadas que no trabajan en conjunto.
Hay un dicho nórdico que dice “no hay mal tiempo, sólo mala ropa”. ¿No será el momento de tener un “sastre” para que coordine cada una de las prendas y nos ayude a “vestir” a Santiago? Porque, en definitiva, no sacamos nada con contar con un gran sombrero, si cuando llueve continuamos con los pies en el agua.
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