- Senadora de Amplitud
Uno de los grandes temas del siglo XXI ha sido la equidad de género. Desde la aprobación del voto femenino hace ya cientos de años (pero miles más tarde que el hombre) hacia adelante, el rol de la mujer en la sociedad ha ido cambiando, pero nunca con tanta fuerza como en la época en la cual vivimos.
De un mundo gobernado por hombres, hemos pasado a sociedades donde las mujeres han ido ocupando paulatinamente cargos públicos llegando a ser incluso Presidentas y Primeras Ministras. No sólo es el caso chileno, sino que se ha repetido en varias ocasiones en otros países de Sudamérica, así como también en Europa, Centroamérica, Israel, Corea del Sur e, incluso, uno de los países más grandes del mundo, como la India.
Pero independiente del logro de quienes llegaron a ser jefas de Estado, y quienes hemos logrado ser senadoras, diputadas, concejalas o alcaldesas, cores o tener cargos en las Fuerzas Armadas e, incluso, en directorios de empresas, sigue existiendo una deuda social y una brecha muy profunda, que al menos en Chile, no han tenido solución y aparecen extrañamente con fuerza como promesas en campañas presidenciales.
Las remuneraciones por un mismo cargo, por ejemplo, son un caso de injusticia muy grande. Según la encuesta Casen del 2015, la “discriminación salarial” entre hombres y mujeres es del 26,6%. Es decir, un hombre gana más haciendo la misma pega que una mujer, en el mismo puesto, en la misma empresa.
Eso, sin sumar que, para el hombre, llegar a puestos más elevados dentro de la misma empresa es más fácil, ya que sus posibilidades de ascender superan también a la de las mujeres.
Sobre lo mismo, entra el tema de las isapres. Según un estudio de la Superintendencia de Salud, las mujeres pagamos un 66% más que los hombres por un plan de isapre, es decir un tercio más caro.
Injusticias como éstas hay y son muchas. La discriminación del día a día sigue siendo demasiado. A pesar de tener a una mujer Presidenta, la participación efectiva en política del género femenino sigue siendo extremadamente bajo. En el Parlamento somos una rotunda minoría, lo que implica que para temas tan importantes para nosotras, los que toman las decisiones son hombres.
En un año de campaña presidenciales vamos a escuchar mucho sobre promesas de “emparejar la cancha”, “dar más oportunidades” o “actualizar la realidad”. Yo los invito a ustedes mujeres y también a ustedes hombres modernos y con conciencia, a que no sólo se queden en escuchar, sino que exigir. Pídanles a sus candidatos propuestas concretas sobre el tema.
Sean parte de la solución a esta brecha que, si bien se ha ido acortando en los últimos siglos, sigue siendo tremendamente grande. Depende de ustedes tomar acción para lograr una sociedad con igualdad de oportunidades y con acceso al desarrollo personal para todos. Demás está decir que cuentan con una senadora y con Amplitud para trabajar día a día y transformar las promesas en realidad.
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