- Analista internacional
El presidente Donald Trump desahució la participación de Estados Unidos en el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). La medida, aunque era esperada, marca un viraje radical. La docena de países de la Cuenca del Pacífico, incluido Chile entre los más entusiastas, ven frustrada su ambición de liberalizar el comercio en la región. El gobierno de Barack Obama invirtió mucho capital político durante un lustro para concretar el TPP. Uno de los rasgos cuestionables del acuerdo era que excluía a China, la segunda potencia del mundo. Ello porque Estados Unidos, Japón y en menor medida otros países buscaban frenar la expansión económica e influencia política de Beijing. Es claro que el libre comercio nunca es tan libre. En primer lugar los países hegemónicos fijan reglas del juego que les den ventaja frente a sus competidores. Además tratan de consolidar su influencia política en determinadas regiones. Eso era lo que buscaba Washington a través del TPP.
Para Trump, desde su perspectiva nacionalista, los acuerdos de libre comercio sólo tienen sentido si son totalmente favorables para Estados Unidos.
Por eso señala que revisará todos los que ha firmado su país. En el futuro, advierte, las negociones serán uno a uno. Es otra forma de decir que en muchos casos no hay negociación posible. Qué posibilidades tiene un pequeño país, en el sentido económico, como Chile, de sentarse de igual a igual frente a Estados Unidos: ninguna. Lo que es bueno para los norteamericanos no es necesariamente conveniente para otros.
Culmina así una fase en que Estados Unidos lideró el proceso globalizador y fue el gran impulsor del comercio internacional. Para este afán utilizó a las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y el FMI para imponer sus criterios.
Si como se espera Washington buscará mayores ventajas aún, es dable esperar que una serie de países lo pensará dos veces. En el propio TPP Estados Unidos exigía más años de vigencia a patentes industriales entre las que figuraban los medicamentos. Ahora los once países restantes se preguntan cómo seguir adelante. China señala que estaría dispuesta a tomar el lugar abandonado por Trump. A los australianos les atrae la idea, pero a los japoneses no tanto. Chile ya tiene tratados de libre comercio con la mayoría de los países del TPP. Pero, claro, siempre hay productos que podrían tener aranceles menores. En consecuencia el país que ha firmado el mayor número de acuerdos y tratados para permitir el ingreso de sus productos buscará ampliar estos espacios comerciales.
Trump añora un mundo que ya no existe y no volverá. Ha desarrollado una relación tensa con Silicon Valley, el eufemismo utilizado para designar al mundo de las nuevas tecnologías de la información y la computación. En cambio anhela restaurar a su vieja gloria la industria automotriz junto a las petroleras y carboníferas que, a su juicio, dan más empleo. Algo que hace mucho dejó de ser cierto.
Debería tomar en serio la advertencia de Obama: la realidad muerde.
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