A un año del estallido social el médico jefe de la Unidad de Trauma Ocular del Hospital del Salvador (UTO), Sergio Morales, hace un balance de todo lo que le tocó ver y tratar durante todo ese período.
En conversación con La Tercera, Morales sostuvo que si cotidianamente se examinaban cinco o seis pacientes en todo el día, esta vez recibieron 25. De los dos o tres oftalmológicos por turno la demanda pasó a ser de siete u ocho. A ese ritmo el servicio que lidera se mantuvo hasta fines de noviembre, apoyado por médicos de clínicas privadas, residentes y becarios.
«Algunos pacientes incluso llegaron con compromiso neurológico, porque estos perdigones atravesaron el ojo, la órbita y se alojaron en la base del cerebro. Entonces tenía un paciente con riesgo vital. Otros pacientes requerían asistencia de otras especialidades para poderlos atender. La verdad es que era tan masivo el asunto que no te podría hablar con muchos detalles”, comenta Morales, experto en retina con cerca de 25 años en este recinto asistencial.
En sus 42 años como oftalmólogo, asegura, jamás se enfrentó a una situación de esta envergadura. «Esto es una experiencia que no ha tenido nadie, ni aquí en el país, ni fuera del país. Ha sido algo masivo, de proporciones que no tienen ningún parangón en el resto de la literatura médica universal. No hay ningún país que haya sufrido lesiones oculares de esta magnitud en tan poco tiempo. Una experiencia un poco horrorosa. Se ha comparado con el conflicto de Hong Kong, con las primeras intifadas. Ninguno tiene las características de la masividad de lesiones oculares que ocurrieron en Chile en ese momento», revela con brutal honestidad.