La “Mona Lisa” despertó sola. El coronavirus había vaciado la sala en el Louvre donde solían venerarla multitudes.
En un silencio digno de una catedral, podía ver tranquila en la pared opuesta la pintura “Las bodas de Caná”, creada siglos antes del distanciamiento social, en la que aparece Cristo rodeado de 130 invitados.
Pero ahora el cuadro más famoso del mundo debe volver al trabajo tras cuatro meses de inactividad impuesta por el coronavirus.
Incluso con esa sonrisa enigmática, la labor de atraer multitudes al museo más visitado del mundo promete ser difícil.
Antes de que el turismo diera un frenazo debido a la pandemia, el Louvre recibía entre 30.000 y 50.000 visitantes por día en su ajetreada temporada de verano. Pero cuando reabra el 6 de julio, el director del museo anticipa que las cifras serán mucho menores.
“Si recibimos 10.000 por día, me sorprendería mucho”, dijo Jean-Luc Martinez.
Eso significa que aquellos que logren viajar a París tendrán la oportunidad dorada de hacer un raro recorrido sin multitudes por las enormes galerías del Louvre y sus vastas escaleras de mármol e incluso ver a la propia “Mona Lisa” cara a cara, sin interrupción.
Cerca del 70% del enorme museo -45.000 metros cuadrados (484.000 pies cuadrados), o el equivalente a 230 canchas de tenis- estará abierto, con 30.000 piezas de la colección del Louvre. Lo suficiente como para que los visitantes terminen con los pies adoloridos.
Para los empleados del Louvre que mantuvieron bajo llave el edificio y sus tesoros durante el confinamiento, la reapertura marca el final de una experiencia única en la que tuvieron el antiguo palacio real sólo para ellos.
“Fue bastante mágico”, dijo Leila Cherif-Hadria, quien nunca había visto el museo tan vacío en sus 20 años de trabajo en la institución.
“Un momento suspendido en el tiempo. Fue muy agradable. No vimos ningún fantasma, pero estuvimos solos por mucho tiempo sin ningún sonido. Para nosotros fue algo bastante peculiar, desestabilizador, desconocido. Sabíamos que estábamos viviendo algo único y que espero que nunca se repita, pero lo saboreamos”.
El cierre y las pérdidas en ventas de boletos y souvenirs y otros ingresos dejó un hueco de 40 millones de euros (45 millones de dólares) en las finanzas del museo. Martinez, el director, dijo que no podría decir cuándo se recuperarán las cifras de visitantes. Casi tres cuartas partes de los 9,6 millones de visitantes del Louvre del año pasado venían del extranjero, especialmente de Estados Unidos y China, que desde entonces han estado distanciados de la Unión Europea por la pandemia.
La cifra de visitantes cayó un 40% tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y “tomó tres años recuperarnos”, dijo Martinez.
Así que se espera que la “Mona Lisa” use su encanto ahora que se ha terminado el confinamiento en Francia.
El Louvre dice que los visitantes suelen pasar 54 segundos en promedio -mucho más que con otras obras- viendo el retrato de Lisa Gherardini, la esposa de un rico mercader de seda de Florencia del siglo XVI, creado por Leonardo da Vinci. (El genio renacentista nunca terminó la obra aunque la llevaba de un lado a otro con él, incluyendo en su último viaje a Francia en 1516, donde el rey Francisco I la compró).
Sus fans tendrán que guardar la distancia con puntos colocados en el piso mientras esperen formados para entrar a verla. En el museo hay letreros que les recuerdan a los visitantes que “La Mona Lisa tiene muchos admiradores. Por favor mantén tu visita corta para darles a todos la oportunidad de conocerla”.
Los visitantes necesitarán reservar un horario para acudir al museo, algo que puede hacerse en línea. Entre 400 y 500 visitantes podrán entrar al Louvre cada media hora. Una vez dentro, el museo pide a los visitantes que mantengan un “sentido de su visita” para evitar que la gente se acerque demasiado mientras el coronavirus sigue circulando por el mundo y cobrando vidas.
A partir de los 11 años el uso de mascarillas será obligatorio.
Pero no para la “Mona Lisa”, desde luego.