El objetivo humano de ser feliz es a veces considerado como algo eterno e intemporal. Pero según Darrin M. McMahon, profesor de historia en el Dartmouth College e investigador de la felicidad, es algo nuevo.
“La idea se aborda en el siglo XVIII como parte de lo que yo llamo una “revolución en las expectativas humanas” y sólo ha crecido desde entonces. En el siglo XVIII, se escucha por primera vez, en Europa y América, la idea de que los seres humanos pueden incluso tener derecho a la felicidad. Antes de ese punto, la felicidad se consideraba predominantemente como un logro especial y exaltado, algo para aquellos a los que Aristóteles describió como los ‘pocos felices’, hombres y mujeres de virtud o bendición superior que habían ido más allá de las condiciones humanas normales”, dijo a Metro.
McMahon añadió: “Alternativamente, muchas sociedades tradicionales han pensado en la felicidad como algo que ni siquiera podemos controlar. Está en manos del destino, o la fortuna, o los dioses. De hecho, esa idea está incluida en todos los términos indoeuropeos para la felicidad, que siempre están relacionados con la suerte”.
Desde aquellos tiempos muchas cosas han cambiado. En las sociedades occidentales modernas, la felicidad comenzó a asociarse principalmente con la riqueza y la libertad. Mientras que las Naciones Unidas, en general, ven la felicidad como una victoria sobre la pobreza.
“La ONU, como otras organizaciones internacionales, ha comenzado a incluir medidas de felicidad en los índices de desarrollo. La satisfacción de las bases de la alimentación y el agua, por supuesto, es el primer paso crucial. No es que la superación de la pobreza no sea interesante, sólo que no es suficiente. El bienestar tiene muchos componentes”, explicó McMahon.
Entonces, ¿qué es la felicidad y cómo lograrla?
En las redes sociales, especialmente en Instagram, la gente prefiere demostrar alegría y bienestar, aunque en la mayoría de los casos es falso. Y aunque muchos lo saben, sigue afectando a nuestras mentes y fomentando la obsesión por la felicidad.
“El fenómeno que vemos en las redes sociales ocurrió antes con la fotografía. Hoy en día, todo el mundo “sonríe” para la cámara. No siempre fue así, y no sólo porque antes la gente escondía los dientes malos o por los largos tiempos de exposición de las cámaras. No sentían la misma necesidad de presentarse siempre y en todas partes como ‘felices’”, declaró McMahon.
Así que estos “momentos felices” crean expectativas poco realistas de cómo debería ser la vida. Como resultado, la ansiedad aumenta y podría incluso llevar a la depresión y a la dependencia de las redes sociales.
“Cuando vemos a otras personas divirtiéndose y siendo felices todo el tiempo, naturalmente empezamos a pensar que nuestras vidas no están a la altura. En consecuencia, las redes sociales alimentan la creencia de que nuestra experiencia de vida actual no sólo es insatisfactoria, sino que también requiere ser arreglada para que podamos ser como las personas que tienen representaciones felices de sí mismos en línea. También queremos que otras personas piensen bien de nosotros. Esta es una necesidad básica del ego. En las redes sociales, las actividades emocionantes y felices nos muestran que tenemos una vida envidiable. Para muchas personas esto conduce a un ciclo cínico de necesidad constante de publicar imágenes que estimulen el ego en línea”, comentó Paul Krismer, orador público de Canadá y fundador de Happiness Experts Company.
Esta vida imaginaria también hace que las personas tiendan a tener más amigos en línea, mientras que la comunicación real y las relaciones fuertes son algunas de las cosas clave que conducen a la verdadera felicidad”.
“Los seres humanos son criaturas sociales, necesitamos a los demás para nuestra propia felicidad, pero las amistades y relaciones virtuales no nos dan las mismas cosas que obtenemos en persona, y también nos hacen tremendamente acomplejados y dependientes del juicio de los demás para nuestro propio sentido de autoestima. Es un lugar peligroso para estar”, subrayó McMahon.
Aún así, no podemos culpar de todo esto a las redes sociales, según los expertos. Nuestra vida moderna, con sus objetivos y expectativas, implica presión. Y las emociones negativas tienen sorprendentemente mucho en común con el logro de la felicidad.
“La felicidad es sólo una de las muchas emociones humanas, y cada punto de ese espectro es valioso para enseñarnos lo que significa ser humano, y ningún punto del espectro tiene sentido sin el contexto de todos los demás. Así que si nunca estuvieras triste, ¡no sabrías lo que es la felicidad! Y, por cierto, la mayoría de la gente te dirá que aprendemos más de las llamadas emociones ‘oscuras’ – decepción, tristeza, etc. – que de las brillantes. Nuestro folklore dice, muy correctamente, que “crecemos a través del dolor”, cree Hugh Mackay, psicólogo del Reino Unido, autor de “The Good Life (“La buena vida”).
Curiosamente, los genes también pueden influir en nuestro sentido de la felicidad. Los estudios muestran que tienen un gran impacto (alrededor del 50%) en lo feliz que uno puede sentirse.
“En términos de genética y felicidad, depende de lo que se entienda por felicidad. Algunas personas son ‘más alegres’ que otras por disposición, otras más malhumoradas. Todos tenemos un ‘punto de referencia’ determinado genéticamente a este respecto”, aseguró McMahon.
“Lo que hacemos con nuestras vidas importa enormemente, no somos esclavos de nuestros genes. La mejor manera de buscar la felicidad es buscarla de manera indirecta – busca actividades significativas que te den ‘fluidez’, busca amistades, busca el beneficio de los demás y la felicidad llegará a ti. Pero si te centras demasiado directamente en la felicidad en sí misma, ésta se te escapará”, concluyó McMahon.
60
es la edad en la que la mayoría de la gente se siente feliz. Las personas que menos se sienten felices son las que tienen entre 20 y 30 años
Factores clave de la felicidad, según el estudio de Harvard:
• Amor
• Estar contento en el trabajo
• Relaciones fuertes
• Retos