Los niños que disfrutan de la piscina son como aquellas personas que caen la «friendzone»: cuesta sacarlos de ahí. Y para evitar que terminan llorando -nos referimos a los niños- los especialistas llaman a tener cuidado con el tiempo que pasan chapoteando bajo al agua.
Esa es la principal recomendación que entrega el pediatra y médico broncopulmonar de Clínica RedSalud Santiago, Dr. Eduardo Jerez, quien afirma que los padres son los primeros responsables de que los niños lo pasen bien, sin correr ningún tipo de riesgo.
“En la época veraniega uno debe dejar que los niños disfruten de algo tan entretenido como son las piscinas. Pero eso no significa despreocuparnos: la principal medida de prevención que deben tomar los adultos y sobre todo los padres, es nunca dejar solo a los menores. De hecho, lo ideal es que nunca estemos a más de un brazo de distancia de ellos para poder socorrerlos en caso de cualquier accidente, como ahogamiento”, sostiene.
Y una vez que están seguros, la pregunta clave es: ¿cuánto tiempo pueden pasar los niños jugando en la piscina?
“El baño tiene que ser de forma intermitente. No es bueno que un niño esté metido tres o cuatro horas en el agua, porque se van a inhibir los mecanismos de defensa por el frío. Lo mejor es dejarlo por un tiempo prudente, es decir, media hora o una hora como máximo. Luego es conveniente jugar con él fuera del agua y cambiarle la ropa de baño, para evitar problemas de enfriamiento”, afirma Jerez.
Esto adopta mucho sentido sobre todo si se considera que una hora de los adultos son como tres en «horas-niño».
Sin embargo, este tiempo podría acortarse si se dan otras situaciones: de hecho el profesional alerta que cuando los pequeñines tienen los dedos arrugados, los labios azulosos o comienzan con tiritones, «es el momento preciso para sacarlos del agua». Así tal cual, sin reclamos y haciendo caso omiso a los ruegos que seguramente apunten a «cinco minutos más». La respuesta debe ser «no».
Cuidado con las enfermedades
El Dr. Jerez advierte además que las piscinas de igual forma tienen otros riesgos. Por ello, es clave monitorear la forma que se usa para llenarlas: si se usa agua potable, de pozo o de río. También aconseja conocer el tipo de mantención que se realiza al agua.
“Si no se usa una cantidad de cloro adecuada o bien, si el agua no ha sido correctamente filtrada o tratada antes de llenar una piscina, puede contener microbacterias y gérmenes que pueden producir distintos tipos de problemas: estomacales, a los ojos y a los oídos”, advierte el especialista.
Esta recomendación es importante sobre todo si se considera que las cifras generales apuntan a que en verano, las consultas por gastroenteritis en niños pueden aumentar al doble que las registradas en época de invierno. Una de las razones que influirían en esta cifra, es precisamente que los niños traguen el agua de las piscinas.
“Uno de los riesgos que existe con los más pequeños, es que beban esa agua con microbios, lo que puede derivar en gastroenteritis. Otro riesgo está en las piscinas que tienen un exceso de cloro, ya que el niño también puede tener una irritación intestinal producto de este químico”, asegura el Dr. Jerez.
Por lo mismo, la sugerencia que realiza el experto de Clínica RedSalud Santiago, es que los padres sean los que evalúen primero la calidad del agua de la piscina. En caso de que tenga mucho cloro, lo mejor es evitar el sumergimiento de los niños. Por otra parte, si el agua está muy sucia, se recomienda evitar el baño, pues la seguridad es lo primero.