Edgardo Sepúlveda y Braulio Valdebenito son investigadores polares de Expedición Científica Antártica ECA 5, que acaban de regresar tras permanecer durante un mes en el continente helado, desarrollando tareas de investigación en la base “Profesor Julio Escudero” del Instituto Antártico de Chile, en la isla Rey Jorge.
Ambos pertenecen al proyecto “Reflectividad de la Antártica”, dirigido por el científico Raúl Cordero de la USACH, y que está relacionado con la obtención de datos de perfil atmosférico. Como parte de ello, lanzaron alrededor de 16 ozonosondas, contribuyendo además al proyecto SouthTRAC Halo para estudiar la estratósfera.
Sepúlveda precisa que uno de los focos de estos últimos años ha sido el estudio del efecto radiativo (la interacción de las nubes con la radiación), uno de los grandes problemas de los pronósticos climáticos. La nubosidad es un fenómeno que no está muy estudiado, por ello uno de los objetivos del proyecto era analizar el fenómeno de la nubosidad en la Antártica.
LA CAPA QUE ASUSTA
Los investigadores lanzaron durante su estadía alrededor de 16 globos de medición atmosférica y, en varias oportunidades, también pusieron en el aire otros globos en coordinación con el avión del proyecto alemán SouthTRAC Halo.
Durante la estadía en isla Rey Jorge, trabajaron también en el estudio del agujero de ozono y los perfiles atmosféricos.: «Agregamos otro instrumento a los globos que normalmente lanzamos. Son ozonosondas, enviadas a más de 30 km de altura, que llevan un sensor para medir la concentración de este gas. La capa de ozono se encuentra mucho más alta que las nubes y normalmente estudiamos la tropósfera, la capa más baja de la atmósfera. Ahora estamos estudiando la estratósfera, donde se encuentra el ozono y, por ende, en la Antártica se produce el agujero de la capa”, explicó Edgardo Sepúlveda.
Sepúlveda y Valdebenito pudieron estar presentes en la base Escudero en pleno invierno gracias a que una dotación de la Armada de Chile se encuentra haciendo uso de estas instalaciones y que estuvieron siempre dispuestos a proporcionar apoyo logístico a los científicos.
“Lo bueno de haber estado en invierno en la Antártica es que pudimos ver el agujero de ozono, que se abre y se cierra, aunque septiembre es el mes más crítico. Fue valioso poder estar en invierno y medir las bajas concentraciones de ozono”, expresaron los expertos de la U. de Santiago.