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A 52 años de la muerte del “Che” Guevara recordamos la confesión de su asesino: “Me dijo ‘¡póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”

Ernesto «Che» Guevara había caído prisionero del ejército boliviano el 8 de octubre de 1967. El sueño del guerrillero de expandir la revolución cubana a Sudamérica había llegado a su fin.

Guevara había sido hecho prisionero junto a otro de sus compañeros de guerrilla, el boliviano Simeón Cuba Sanabria, apodado el «Willy», y luego también se sumó el peruano Juan Pablo Chang, apodado «El Chino».

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Los capturados fueron trasladados a la escuela del poblado de La Higuera. Al día siguiente llegó la orden del gobierno bolivianos de eliminar con premura a los prisioneros. Debía ser rápido, pues tanto La Paz como Washington temían al carisma y a la capacidad discursiva del «Che» si eran sometidos a un juicio.

Pasado el mediodía del 9 de octubre de 1967, un teniente y un cabo del ejército boliviano ingresaron a la sala donde estaban Sanabria y Chang. «¡De cara a la pared!’, grito el teniente. ‘Si usted me va a matar, quiero verlo’, respondió Willy. A los contados segundos, una descarga de fuego desplomó a los guerrilleros», narra Víctor Montoya, en Pasajes y personajes de la guerrilla de Ñancahuazú.

El Che Guevara con la guerrilla en Bolivia.

Después vino el turno del «Che». El agente de la CIA Felix Ismael Rodríguez, presente en el lugar y quien había interrogado a Guevara, narra cuando le dio la orden al solado boliviano Mario Terán para que ejecutara al mítico guerrillero. «Mandé a Terán que cumpliera la orden. Le dije que debía dispararle por debajo del cuello porque tenía que parecer muerto en combate. Terán pidió un fusil y entró en la habitación con un par de soldados. Anoté en mi cuaderno: hora 13:10 del día 9 de octubre de 1967».

Lo que se vivió en esa pequeña pieza de la escuela pública de La Higuera entre Terán y el «Che», lo relató con detalles el propio verdugo del guerrillero, en una entrevista de 1977 a la prestigiosa revista francesa Paris Match. Acá te entregamos las palabras del soltado.

El cuerpo del Che fue exhibido tras el fusilamiento.

«Dudé 40 minutos antes de ejecutar la orden. Me fui a ver al coronel Pérez con la esperanza de que la hubiera anulado. Pero el coronel se puso furioso. Así es que fui. Ése fue el peor momento de mi vida. Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: ‘Usted ha venido a matarme’. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: ‘¿Qué han dicho los otros?’ (En relación a Willy y el Chino) Le respondí que no habían dicho nada y él contestó: ‘¡Eran unos valientes!’ Yo no me atreví a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podría quitarme el arma. ‘¡Póngase sereno -me dijo- y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!’ Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto».

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