Glenn Lyons, Profesor de la Universidad de West England de Reino Unido, visitó Chile para difundir su visión crítica acerca de cómo la planificación del transporte puede estar en transición desde el antiguo paradigma -basado en el pronóstico-, hacia uno nuevo, fundado en la visión, y que busca hacerse cargo de la incertidumbre actual.
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El académico inglés fue invitado al país para dictar la charla “El Futuro de la Movilidad: ¿Alguien sabe hacia dónde vamos?, como parte de un ciclo de conferencias organizadas por el Núcleo Movilidades y Territorios (MOVYT) en la Faculta de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.
“El ministro de Hacienda de Theresa May había señalado que para 2021 en el Reino Unido sería posible ver autos sin conductores por las calles de Londres, después del cambio de gobierno ese pronóstico se ve poco plausible”, asegura Lyons. De la misma forma, plantea que la misión auto impuesta por el país de tener un sistema de transportes libre de emisiones de gas CO2 para 2050, requiere un gran esfuerzo que cuesta reconocerse en la actualidad.
El desincentivo al automóvil en Reino Unido por parte del Estado, como las “tarifas de congestión”, implementadas en 2003, que funcionan como peajes a los conductores que transitan por la zona central de Londres a determinadas horas, estimula que las personas opten por otras vías de transporte. Estas tarifas son recaudadas por un organismo público que luego se encarga de reinvertir los recursos obtenidos en infraestructura de transporte. En los primeros seis meses de la puesta en marcha de la medida, el volumen diario de automóviles que entraban en las zonas delimitadas se redujo en un 30%, de los cuales la mitad optó por el transporte público.
Un cambio de foco
Esto se cruza también con un cambio generacional que le resta importancia a la adquisición de un vehículo. Las nuevas generaciones ya no ven el acceso de un auto como un “símbolo de estatus o de paso a la adultez”, explica Lyons, sino que cada vez privilegian otras formas de transporte, como autobuses, bicicleta, caminar o usar aplicaciones en sus celulares. Un síntoma de este cambio de conductas también es el abrupto descenso en la adquisición de licencias de conducir en los jóvenes, que en sólo dos décadas pasó del 48 al 27%.
La movilidad indudablemente se ha visto afectada por la revolución tecnológica de los teléfonos inteligentes. ¿Cómo llego? ¿Qué tan lejos me queda? ¿Cuánto me va a tomar? fácilmente respondidas por aplicaciones móviles como Google Maps. Esto, sumado al creciente uso de servicios como UBER, está transformando la forma en que nos movemos por la ciudad.
“Ofreciendo nuevas alternativas sobre cómo llegar a un destino, la tecnología también está ayudando a descongestionar las calles”, explica el académico.
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Todos estos cambios, sumado a políticas públicas, afectan el comportamiento de las personas a la hora de moverse. Así, por ejemplo, se ha visto un aumento en los últimos tres años de un 31% de personas que deciden transportarse caminando (en rutas menores a una milla) y se pronostica que para mediados de la próxima década el uso de bicicletas supere al de automóviles en las calles de Londres.
Los efectos positivos
Dentro de las medidas que Reino Unido implementó para desincentivar el uso de vehículos particulares fue ensanchar las veredas en calles importantes de la ciudad. Según Lyons, esta medida, que en un comienzo fue vista por los dueños de restaurantes y locales comerciales como una baja significativa en su clientela diaria, terminó beneficiando a esos negocios a través de un mayor flujo peatonal que dinamizó las calles económicamente.
El académico inglés afirma que la resistencia al cambio, especialmente si afecta el ámbito económico, es una constante por parte de la ciudadanía cuando se refiere a políticas de transporte, pero que terminan adaptándose fácilmente si las normativas son claras.