Ganado muerto, plantaciones secas y ríos sin caudal. Todas esas imágenes recurrentes de hoy muestran cómo el país literalmente se secó en la última década y son, según los expertos, la señal inexcusable del «ahora o nunca» al que llegó Chile por culpa del cambio climático.
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Por lo mismo, y con motivo de sus 10 años de existencia, el Centro de Cambio Global UC, uno de los centros con voz directa en la Cop25, realizó una recopilación de datos que muestran lo crudo del escenario que enfrenta el país, y que según dicen, no estaba ni en las peores proyecciones.
La zona centro del país es la más afectada en disponibilidad de agua. En diez años ha sufrido la pérdida del 40% de las precipitaciones anuales. En 2008 rondaban los 353 milímetros de agua caída al año, mientras que el promedio de los últimos años es apenas de 212 mm. Ni hablar del 2019, con un déficit mayor al 80%.
Ni hablar de los ríos. El Choapa, por ejemplo, perdió un 58% de su caudal, pasando de los 16,8 metros cúbicos por segundo, a poco más de 7. Le sigue el río Maipo, que en el sector de El Manzano su caudal actual es de 110 m3/s, un 40% menos que hace diez años. «Las proyecciones de hace diez años, en general, se han quedado cortas», afirma Andrés Pica, director ejecutivo de Centro de Cambio Global UC.
Urgencia
Los datos indican que la temperatura continental aumentó 0,2º en el centro norte, y 0,1º en el resto del país. Parece poco, pero esas pequeñas variaciones podrían ser sufrimiento de mucho. «Por ejemplo, este mismo invierno hemos empezado a tener olas de calor que hace 10 años atrás eran impensadas, o el desarrollo de incendios forestales, que tuvo su expresión más dura en el verano de 2017», señala Eduardo Bustos, investigador del centro.
En efecto, la mayor incidencia de los fenómenos extremos, como las olas de calor, han llevado a que actualmente se queme un 156% más de bosques que hace diez años. Pasamos de 45 mil hectáreas anuales entre el 2000 y 2008, a las 116 mil hectáreas promedio en los últimos diez años.
Según las proyecciones, el escenario desértico de la zona central debería acentuarse en las décadas futuras. Entender lo que ocurrirá en el norte es más complejo, pero los eventos fuera de estación no descartan que los aluviones, el cambio de los patrones de viento y nubosidad, sean la «especialidad de la casa».
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El principal villano es el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Según cifras del Banco Mundial, los chilenos pasaron de emitir 2,7 toneladas de CO2 anuales hace 10 años, a 4,6 toneladas (+24%). Los países OCDE, por el contrario, disminuyeron sus emisiones un 14%, con la salvedad que, aún así, siguen contaminando el doble (9,5 ton. de Co2).
«Estamos viendo las consecuencias catastróficas por no haber hecho cambios profundos antes. Y mientras más demoremos en hace un cambio drástico, más costará contener al cambio climático», afirma Bustos.
Para Pica, los últimos diez años han sido efectivamente los peores para Chile en términos de clima. La misión, dice, es mejorar la «resiliencia». «Tener estructura que permita manejar mejor los recursos hídricos: embalses, riego más tecnificado, saber qué especies se darán mejor en este clima cambiante. Lo central es cambiar la matriz energética, eliminar la quema de combustibles fósiles, además de mejorar el uso de la tierra», señala.
Todos estos ingredientes de alerta, dice Bustos, son expresiones de lo cerca que estamos del ‘tipping points’. «Son números, indicadores del límite donde se plantea que si seguimos calentando el planeta, se pueden desencadenar procesos de cambio a gran escala global que ponen en riesgo la sociedad. Si no hacemos nada, podríamos terminar ahí».