Dependiendo de cada estudio, proyecciones hablan de que entre un 20% y 50% de la población mundial de abejas ha sucumbido este último tiempo por las nuevas condiciones climáticas. El escenario es casi catastrófico, si se considera que al menos el 75% de los alimentos que consume el ser humano depende de la polinización de éstas. La desgracia, sin embargo, es que en Chile la proyección se podría estar quedando corta.
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Lo saben los recolectores de miel y las organizaciones que velan por las especies nativas: las abejas están muriendo de hambre, por enfermedad o porque simplemente ya no está su hábitat, cuestión que a estas alturas, más que dar un aviso, da para encender todas las alarmas.
Quien sabe de esto es Enrique Mejías, director general de Abeille Consultores, una agrupación especializada en temas apícolas. Según proyecta el gremio en general, dice, por estos días las cuentas para los productores de miel no dan. De hecho, estiman que la producción de miel se redujo un 55% el último año, y que en 2019 incluso podría venir peor. Eso se explica directamente por la muerte de las abejas.
«La cifra es general, porque hay algunas regiones que han sufrido más que otras. Esto se explica en gran parte por las sequías, porque las abejas no tienen agua, ni comida, y mueren», explica el doctor en ciencias de la agricultura.
La situación es una cadena de desastres precipitados por el cambio climático. Las sequías han trastocado especialmente a las regiones más susceptibles, como la Metropolitana y O’Higgins. Sin embargo, la malnutrición de las abejas provocó algo grave en El Maule y Biobío, las zonas apícolas más activas: la proliferación de la loque americana.
«Hay una enfermedad que es fatal en las abejas y que estaba relativamente controlada. Había pequeños brotes en Coquimbo, la Región Metropolitana y O`Higgins. Lo que pasa es que cuando ellas se debilitan, también se inmunodeprimen. Eso hizo crecer los brotes y que la enfermedad llegue incluso hasta Chiloé», afirma Mejías.
De acuerdo al SAG, en Chile hay más de 850 mil colmenas registradas y unos 6.250 apicultores. La cifra, sin embargo, podría sufrir un desplome ante la creciente desaparición de trabajadores en el rubro. Gran parte de la miel se usa para exportación (70 a 90%) y se estima que en un año normal se generan entre 7 mil y 11 mil toneladas. En estas condiciones, podría el rango podría bajar a menos de la mitad.
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«Hay poca floración y con poca cantidad de néctar, y eso literalmente las mata de hambre. La miel se produce para venta pero principalmente para la supervivencia de la misma colmena, y ni siquiera eso se está cumpliendo», destaca el especialista.
De hecho, según dice Mejías, este año se produjo algo inusual. «Entre mayo y junio, hubo temperaturas altísimas en el Biobío. Los productores dieron cuenta de que las abejas comenzaron a salir en busca de alimento, pero era invierno, no encontraron nada y murieron. No es solo que no llueva, sino que las temperaturas no son habituales».
Caupolicana Fulvicollis
Lo desalentador es que éste escenario es el que afecta a la apis mellifera -abeja europea-, introducida en Chile para la producción de miel, pero la realidad para las cerca de 450 especies nativas de abeja, es incluso peor. Si bien tampoco existen datos oficiales, hay sondeos que así lo indican.
La división de agricultura de Fraunhofer Chile Research, monitoreó durante dos años las colmenas de 271 apiarios en las regiones de Valparaíso, Metropolitana y de O’Higgins. ¿Conclusión? la población de abejas se redujo al orden del 50% por año.
A grupos como la Fundación Abejas de Chile, son precisamente los temas que le preocupan. «Las principales amenazas para las especies nativas es la degradación y fragmentación del hábitat, pesticidas y especies invasoras», dice Pablo Vial, uno de sus fundadores, quien agrega que uno de sus objetivos es evaluar cada especie por separado.
Una de las especies chilenas emblemáticas es la caupolicana fulvicollis, especie con espalda rojiza, rayas blancas y negras, que en antaño florecía en lugares costeros de la zona central, pero cuya población se redujo drásticamente este último tiempo. Vial señala que para esta especie, la intervención en los campos dunares costeros es su principal amenaza.
En el caso de las nativas, su menor presencia en la naturaleza afecta directamente la polinización del ecosistema. «Es muy importante porque muchas plantas nativas depende de eso, podrían desaparecer», indica el investigador de campo.
Por lo mismo, desde Abejas de Chile señalan que las urgencias son «aumentar las áreas protegidas, la restauración y reforestación con flora nativa, una ley que evite los pesticidas y un control más exhaustivo de las especies invasoras». La otra medida urgente, agregan, es acelerar el proceso a cargo de los investigadores para una clasificación completa de las abejas, «para determinar el eventual nivel de amenaza de cada especie».
Jarabe o «Coca Cola con agua»
El chileno no tiene un paladar demasiado afín al dulzor de la miel. Pese a sus inmensos beneficios, se consumen menos de 150 gramos anuales por persona. La cantidad es insignificante, si se considera que en Europa el consumo supera holgadamente el kilo y medio por habitante.
Al ya reducido mercado local, los productores locales chocan con que las personas ni siquiera están consumiendo miel, sino que meras falsificaciones.
«Estamos preocupados porque en el mercado hay una alta presencia de miel falsa a bajo precio, que es una competencia desleal para nuestros productores. Eso se está propagando en todo Santiago», dice Gabriel Salas, presidente de la Red Metropolitana de Apicultores (Remapi).
A nivel metropolitano existen unos 511 apicultores en distintas localidades, sobretodo rurales. Por desgracia, dice, en algunas comunas casi la mitad de la venta de miel es falsificada. Según explica el líder gremial, hay jarabes con colorantes vegetales que simulan la miel, sin valor nutricional y una alta concentración de azúcares.
¿Cómo se distingue la original? En invierno, se cristaliza y se pone dura, además de que siempre expele su reconocido olor, a diferencia de la falsa. «Hay otras falsificaciones que mezclan miel con azúcar. Es como si te vendieran Coca Cola con agua».