Los detalles sobre lo que los fiscales han descrito como una de las redes de esclavitud más grande en la historia moderna de Gran Bretaña han emergido con la condena de ocho personas de nacionalidad polaca.
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Más de 400 víctimas fueron forzadas a trabajar por sueldos minúsculos mientras que sus dueños ganaban cerca de 2,5 millones de dólares y vivían con lujos, dijeron los fiscales. Unas restricciones impuestas a la divulgación de información fueron retiradas, lo que permitió que se dieran a conocer los detalles.
El grupo se aprovechaba de los indigentes, ex convictos y alcohólicos de Polonia y los llevaba a Gran Bretaña bajo la promesa de que serían bien remunerados por su trabajo. Sin embargo, algunos recibían menos de un dólar al día y vivían en condiciones miserables.
Cinco hombres y tres mujeres, todos de Polonia, fueron declarados culpables de delitos de esclavitud y lavado de dinero.
El jurado en dos procesos por separado en el tribunal de Birmingham escuchó los testimonios de más de 90 víctimas, con indicaciones de que por lo menos otras 350 habían sido traficadas por la organización criminal.
Las víctimas dijeron que eran forzadas a bañarse en un canal porque no tenían acceso a agua potable, que tuvieron que tapar los inodoros que goteaban con sus mantas y sábanas y recibir alimentos de comedores populares y bancos alimentarios porque sus salarios no les alcanzaban.
El grupo reclutaba a personas en condiciones vulnerables en Polonia, incluidos ex presos recién liberados, y los colocaba en alojamientos atestados e infestados de ratones en Inglaterra. Los ponían a trabajar en el campo, en centros de reciclaje de basura y en criaderos de aves de corral.
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Entre las víctimas había desde adolescentes hasta personas de más de 60 años.
La jueza Mary Stacey dijo al término del primer juicio que la “degradación” de los traficantes hacia otros seres humanos había sido “completamente inaceptable”. Impuso sentencias de hasta 11 años en prisión.
La creencia de que la esclavitud ha dejado de existir en Gran Bretaña es falsa, dijo la jueza: “La dura verdad es que la práctica continúa, aquí en el Reino Unido, frecuentemente oculta a plena luz del día”.