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¿Cuánto nos representa el Metro? Religión, política y patrimonio acaparan nombres de la estaciones

La inminente apertura de la Línea 3 del Metro de Santiago, que empezó su marcha blanca ayer, supondrá la extensión de la red en 22 kilómetros y la integración de comunas como Conchalí y Quilicura.

En términos simbólicos, el nuevo eje profundiza una tendencia: la religión, el patrimonio y la referencia a ex políticos siguen abundando entre los nombres de las estaciones.

Así, Cardenal José María Caro y Monseñor Eyzaguirre remiten a dos sacerdotes chilenos, ya reconocidos por los santiaguinos por sus diferentes referencias en la capital. Matta y Fernando Castillo Velasco son dos figuras históricas de la política nacional, mientras que lugares emblemáticos son Plaza Chacabuco, Parque Almagro y Villa Frei.

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A diferencia del Metro de París, que en su línea 2 homenajea a Alejandro Dumas y Víctor Hugo, en la red subterránea local personajes de la literatura y la música siguen sin representación.

A juicio de Sergio Estrada, académico de la Universidad Mayor y la UMCE, los nombres de la estaciones construyen un discurso oficial. «Obedecen, principalmente, a hitos geográficos que se encuentran cercanos a las estaciones, pudiendo ser estos lugares patrimoniales, personajes  o calles principales. El metro, en ese sentido, es un discurso histórico porque instala en la memoria colectiva elementos que no deben ser olvidados, es el mismo objetivo que se hace con los personajes que aparecen en los billetes y monedas» explica el historiador.

Inaugurada en 1975, la Línea 1 es la más antigua de la telaraña santiaguina. En su extensión hay pura tradición: tres universidades, dos santos, la Escuela Militar y La Moneda, además del fundador de Santiago Pedro de Valdivia.

«Es un discurso histórico tradicional, muy ligado a las grandes figuras, principalmente de elite y/o religiosas, que dentro de ese mismo relato aparecen como los artífices y constructores tanto del país como de la ciudad. Y eso es muy sintomático, en el sentido de que Metro como construcción obedece a una estructura hacia el centro de la ciudad, donde espacialmente confluye y prima ese espectro de poder espacial de la élite: es donde están sus nombres, edificios y/o propiedades. Al final, el Metro se transforma en la radiografía de lo que ha sido un discurso histórico y espacial de la ciudad de Santiago como espacio de poder», añade Estrada, candidato a doctor en Estudios Americanos.

Como ocurrió con la inauguración de la Línea 6 hace más de un año, Metro repetirá un ejercicio didáctico: cada estación de la Línea 3 estará representada con un pictograma. Son 18 símbolos que, entre otros, aluden al bigote de Manuel Antonio Matta y a la arquitectura de la Villa Frei.

Santiago rural

De acuerdo a la web de Metro, ocho puntos del mapa tienen su origen en vocablos de pueblos indígenas: se trata de Macul, Manquehue, Ñuble, Ñuñoa, Pudahuel, Quilín, Tobalaba y Bío Bío, sobre cuya raíz no hay consenso.

Pablo Camus, profesor de historia UC, cree que no hay parámetro en el conjunto de designaciones. «De algún modo es una visión ecléctica y reactiva, como si no existiera una unidad. No hay un proyecto, como lo que es nuestro país. A lo mejor refleja lo que es Chile, con mestizaje», dice el académico.

A través de un estudio en conjunto con Metro, en 2009 Camus indagó en el contenido histórico de los puntos que ese año se añadieron a la red. De San José de la Estrella, por ejemplo, se estableció que aludía a tres fundos de la época rural de la región. También fueron predios Lo Vial, Lo Ovalle, Trinidad y Los Quillayes, entre otros.

 

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¿Y las mujeres?

Sin contar a las santas del Metro, como Santa Ana y Santa Lucía solo hay dos terminales que tienen nombre de mujer: Elisa Correa, en Puente Alto, e Inés de Suárez en Providencia.

Por eso, la Universidad de Chile, vecinos y distintas agrupaciones preparan una solicitud para que la futura estación Hospitales se llame Eloisa Díaz, en honor a la primera médica titulada de Latinoamérica. Realizarán la petición dentro de dos semanas.

 

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