El calentamiento global es un problema con el que la comunidad científica lleva años luchando y haciendo investigación, para tratar de resolver los efectos que tiene en el planeta. En esa línea un nuevo trabajo, esta vez de especialistas de la Universidad de Texas sobre el descubrimiento de dos docenas de nuevos tipos de microbios en la Cuenca de Guaymas en el Golfo de California, abre nuevas esperanzas acerca de cómo estanos enfrentando el cambio climático.
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El trabajo, publicado en Nature Communications esta semana, detalla cómo las nuevas especies descubiertas utilizan hidrocarburos como el metano y el butano para sobrevivir y crecer, permitiendo a estas bacterias limitar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera y algún día transformarse en la clave para limpiar los derrames de petróleo.
Según el reporte, estas nuevas especies microbianas son tan diferentes genéticamente de las que se han estudiado anteriormente que representan nuevas ramas en el árbol de la vida.
Sobre el trabajo, el principal investigador del equipo de la Universidad de Texas, Brett Baker, sostuvo que «esto muestra que los océanos profundos contienen una gran biodiversidad inexplorada, y los organismos microscópicos allí son capaces de degradar el petróleo y otros químicos dañinos».
«Debajo del fondo oceánico existen ahora enormes reservorios de gases de hidrocarburos, incluidos metano, propano, butano y otros, y estos microbios evitan que los gases de efecto invernadero se liberen a la atmósfera».
Dos mil metros bajo la superficie
El análisis de los investigadores fue realizado en el sedimento del fondo marino ubicado dos mil metros bajo la superficie donde la actividad volcánica eleva las temperaturas a unos 200 grados centígrados.
Ahí el grupo logró recolectar 551 genomas, 22 de los cuales según Baker son genéticamente diferentes para representar nuevas ramas en el árbol de la vida, y algunas eran lo suficientemente diferentes como para representar phyla completamente nuevos.
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Las muestras se recolectaron utilizando el sumergible Alvin, el mismo submarino que encontró el Titanic, porque los microbios viven en ambientes extremos.