Sobre los días claves en la historia del mundo, siempre hay muchas versiones. Ocurre lo mismo con el 11 de septiembre de 1973, día donde se llevó a cabo el Golpe Militar que derrocó a Salvador Allende de su cargo de Presidente, día donde se suicidó, día donde fue bombardeado el Palacio de La Moneda, día donde el país comenzó a ser gobernado por una Junta Militar. Hoy se cumplen 45 años.
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Varios hechos relevantes, miles de miradas. Por lo mismo, quisimos seleccionar un relato con pluma, que permita a quienes no vivimos aquella época trasladarnos a una realidad que se ha ido construyendo a través de los distintos relatos y los libros de historia. ¿De que autor? El reconocido escritor Gabriel García Márquez. ¿Qué nos relatará? La planificación de tan fatídico día.
El relato que resumiremos a continuación, fue publicado 30 años después de los hechos, en el 2003. Su versión no sólo relata los hechos puntuales del 11 de septiembre, sino que comienza en 1969, explicando una conspiración norteamericana que habría sido el inicio de todo. Es esa parte la que compartiremos con ustedes. Esta publicación fue titulada «Chile, el golpe y los gringos».
La cena que los reunió a todos
A fines de 1969, tres generales del Pentágono cenaron con cuatro militares chilenos en una casa de los suburbios de Washington.
«El anfitrión era el entonces coronel Gerardo López Angulo, agregado aéreo de la misión militar de Chile en los Estados Unidos, y los invitados chilenos eran sus colegas de las otras armas. La cena era en honor del Director de la escuela de Aviación de Chile, general Toro Mazote, quien había llegado el día anterior para una visita de estudio», comienza García Márquez.
«A los postres, uno de los generales del Pentágono preguntó qué haría el ejército de Chile si el candidato de la izquierda Salvador Allende ganaba las elecciones. El general Toro Mazote contestó: ‘Nos tomaremos el palacio de la Moneda en media hora, aunque tengamos que incendiarlo’”, continúa la historia.
Pinochet y su futuro
«Uno de los invitados era el general Ernesto Baeza, actual director de la Seguridad Nacional de Chile, que fue quien dirigió el asalto al palacio presidencial en el golpe reciente, y quien dio la orden de incendiarlo. Dos de sus subalternos de aquellos días se hicieron célebres en la misma jornada: el general Augusto Pinochet, presidente de la Junta Militar, y el general Javier Palacios, que participó en la refriega final contra Salvador Allende», destaca García Marquez.
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«Aquella cena histórica fue el primer contacto del Pentágono con oficiales de las cuatro armas chilenas», asegura el escritor. «Chile no fue escogido por casualidad para este escrutinio. La antigüedad y la fuerza de su movimiento popular, la tenacidad y la inteligencia de sus dirigentes, y las propias condiciones económicas y sociales del país permitían vislumbrar su destino», continúa.
Intervencionismo americano
Una vez con Allende en el poder, «el bloqueo económico de los Estados Unidos por la expropiaciones sin indemnización y el sabotaje interno de la burguesía hicieron el resto».
«Las urgencias de Chile eran descomunales. Las alegres señoras de la burguesía, con el pretexto del racionamiento y de las pretensiones excesivas de los pobres, salieron a la plaza pública haciendo sonar sus cacerolas vacías. No era casual, sino al contrario, muy significativo, que aquel espectáculo callejero de zorros plateados y sombreros de flores ocurriera la misma tarde que Fidel Castro terminaba una visita de treinta días que había sido un terremoto de agitación social», continúa.
Un país sin comida
Describiendo la realidad de ese entonces, García Marquez señala que «el Presidente Salvador Allende comprendió entonces, y lo dijo, que el pueblo tenía el gobierno pero no tenía el poder».
«Una semana antes del golpe se había acabado el aceite, la leche y el pan. En los últimos días de la Unidad Popular, con la economía desquiciada y el país al borde de la guerra civil, las maniobras del gobierno y de la oposición se centraron en la esperanza de modificar, cada quien a su favor, el equilibrio de fuerzas dentro del ejército», describe el autor.
Todo de acuerdo al plan
¿Y como catalogó lo que vendría después? «La jugada final fue perfecta: cuarenta y ocho horas antes del golpe, la oposición había logrado descalificar a los mandos superiores que respaldaban a Salvador Allende, y habían ascendido en su lugar, uno por uno, en una serie de enroques y gambitos magistrales a todos los oficiales que habían asistido a la cena de Washington».