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Programa espacial chileno se baraja en el Congreso: ¿por qué observar la Tierra es un buen negocio?

Lanzar nueve nanosatélites al espacio en dos años forma parte de la iniciativa que busca integrar a Chile al mercado de los datos geoespaciales.

Hace poco menos de dos semanas la Universidad de Chile presentó a la comisión de ciencia e innovación del Senado un plan innovador: desarrollar el primer programa espacial chileno. Eso surgió como una interrogante del propio Congreso, que, tras conocer el exitoso camino del Suchai I -el primer satélite hecho en Chile que está en el espacio desde 2017-, le encargó a la casa de estudios vislumbrar qué tan factible era promover la ingeniería espacial en nuestro país.

El plan contempla tres capas: primero, lanzar nueve nanosatélites de aquí a 2020 (cada uno mide unos 30 centímetros); a su vez, desarrollar una red de monitoreo en tierra a lo largo de todo el territorio para calibrar la información que se recoge en el espacio; y ,finalmente, montar una central que acopie los datos y los procese para el uso público. La iniciativa propone integrar a Chile a la industria de los datos geoespaciales y el desarrollo de tecnología espacial propia.

Negocio redondo

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«Tenemos una cierta posición estratégica a nivel mundial. Cubrimos un amplio espectro del hemisferio sur donde no hay registros (desde el espacio), y tampoco equivalentes terrestres, pero todo el mundo necesita esos datos», dice el decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la Universidad de Chile, Francisco Martínez. El académico explica que el proyecto contempla un costo de 33 millones de dólares, lo que en ningún caso es comparable a desembolsar decenas de millones de dólares por comprar un solo gran satélite del extranjero.

Además, Martínez explica que, de aprobarse la iniciativa, supondría «un alto impacto económico al país, lo que significa que el proyecto es altamente rentable». Eso radica en que los datos geoespaciales, según reportes internacionales, moverán cerca de US$ 75.900 millones para 2020 en todo el mundo. América del Sur, por lo demás, en dos años generará US$10.246 millones.

El programa espera capturar entre el 10% y 15% del volumen de datos de la región, lo que implicaría aumentar en un 0,44% el PIB de Chile. Eso, explica Marcos Díaz, profesor de la FCFM y coordinador del Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (LEEP), se basa en la ganancia por el procesamiento de imágenes. «El programa no venderá los datos, pero la generación de imágenes permitirá optimizar cosas como la agricultura, la pesca, potencialmente desarrollar componentes que sean exportables al mundo y prestar nuevos servicios al mundo», dice.

Usos

En abril próximo se terminará el desarrollo de los Suchai II y III, con capacidad de monitorear la ionósfera y magnetósfera. Los satélites del proyecto, en conjunto con la red terrestre, permitirán recopilar datos predictivos de terremotos según la expansión de los volcanes; optimizar el sector agropecuario, vigilando el movimiento de los cardúmenes de peces; y generar datos sobre la sequía y los recursos naturales, entre muchos otros usos, relatata Martínez.

«Una constelación de nanosatélites genera una red mucho mayor de observación casi permanente. Eso favorece incluso a la Internet de las Cosas», dice Martínez. «Un desafío fuerte termina dando una musculatura tecnológica importante. El objetivo principal es generar capital humano y tecnología sofisticada propia», cierra Díaz.

 

 

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