La industria de los videojuegos crece a pasos agigantados por todo el mundo. Y Chile, pese a que no puede compararse con los mercados norteamericanos y asiáticos aún, es hoy en día un referente iberoamericano por excelencia.
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El escenario es muy distinto para los desarrolladores nacionales respecto de hace diez años. Si antes los emprendimientos apenas se sostenían de manera casi artesanal, en la actualidad los estudios independientes proliferan y facturan junto a grandes compañías internacionales. En 2017, de hecho, la industria criolla tuvo ingresos por 5,8 millones de dólares.
VideoGames Chile (VG Chile) es la asociación gremial que acoge a los desarrolladores locales. Uno de sus directivos, Sven Von Brand, cuenta que debieron esperar hasta 2010 para fundarlo, porque recién ese año alcanzaron las 8 empresas mínimas como requisito para fundar un gremio. En 2016 eran cerca de treinta, y a estas alturas ya son más de 40 estudios. Por lo mismo, al año Chile lanza cerca de 100 títulos de factura propia como promedio.
«Eso responde a que la barrera de entrada a la industria se rompió. Antes era difícil, pero desde que Android y Apple se abrieron y permitieron que desde tu casa puedas desarrollar juegos para plataformas móviles, todo cambió», cuenta Brand, que además es parte de Abstract Digital Works, estudio que ha desarrollado varios módulos en realidad virtual.
Hace pocas semanas se lanzó Ludópolis, el primer festival para desarrolladores locales con sede en Valdivia. «Este primer año fue para nosotros, pero nuestras expectativas son que Ludópolis sea un festival internacional en el futuro cercano», afirma el directivo de VG Chile. Eso se sostiene en la solvencia de los estudios. Sin ir más lejos, Gamaga, la empresa más grande del país, facturó el año pasado un millón de dólares en ingresos.
La cohesión del gremio, dice Brand, destaca a la industria nacional en el extranjero. En la Game Developers Conference de 2017, la mayor vitrina internacional para los desarrolladores, Chile presentó su stand con 28 estudios distintos, todo un récord para el Cono Sur. Lo siguieron Brasil (18) y Argentina (16). En esa misma feria el país marcó un hito para el habla hispana: en 2012, y tras 26 años, fue la primera industria iberoamericana que se dijo presente en el certamen planetario.
Desde allí, somos el único país que se ha presentado ininterrumpidamente y, a la vez, superamos a los otros grandes del barrio en gran parte gracias a las gestiones de ProChile, que lidera las delegaciones a ferias insternacionales.
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La semana pasada, sin ir más lejos, en la Gamescom de Alemania estuvieron 12 representantes nacionales mostrando sus últimos desarrollos, siendo la delegación latinoamericana más nutrida en tierras europeas, y se espera algo parecido para el Tokio Game Show de septiembre en Japón y el Montreal International Game Summit de Canadá, en diciembre.
Salto de calidad
Si bien la cantidad de capital humano no es el fuerte, los videojuegos chilenos cada vez crecen más en envergadura. De las apps y el desarrollo «indie», ya no resulta extraño que títulos de factura nacional salten a las grandes plataformas, como PC y PlayStation 4. «Antes que un juego nuestro se lanzara para Play 4 era un notición, pero el año pasado ya se lanzaron dos juegos y este año se esperan tres títulos nuevos», cuenta Brand.
Para PC, por ejemplo, este año se lanzó The Watchmaker, un juego de puzzle, aventura y acción en tercera persona, que cuenta la historia del relojero Alexander, atrapado en una torre saboteada por el tiempo. El estudio tras el juego es Micropsia Games, y su CEO, Marco González, cuenta que «lo lanzamos el 17 de mayo y ahora está disponible en Steam. Tardamos cuatro años en el proyecto y hoy ya trabajamos en The Orphans, un título del mismo estilo: mezcla acción, puzzle y sigilo, controlado por tres personas. Hacer un videojuego implica mucho esfuerzo, los estudios no son tan grandes, pero si se habla de talento y esfuerzo, no tenemos nada que envidiar a nadie», cierra.