«No al estatuto laboral para jóvenes estudiantes», se leía en un lienzo sobre una señalética de la Avenida Vicuña Mackena. Este lunes, varios puntos de Santiago, incluidos Ñuñoa, La Florida y Providencia, amanecieron entre barricadas y manifestaciones bajo manifestaciones como muestra de la resistencia que genera en algunos sectores la nueva medida de flexibilidad laboral que está impulsando el Gobierno en el Congreso y que ya fue aprobado en la Cámara.
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¿Por qué un bando dice que el estatuto mejorará las condiciones y calidad del empleo, mientras la otra vereda dice que favorecerá la flexibilidad y precarización? En La Moneda justifican crear el contrato especial, figura paralela al Código del Trabajo, para ayudar a los jóvenes que necesitan compatibilizar los estudios y el trabajo. Por lo mismo, contempla a personas de entre 18 y 29 años que sean alumnos regulares en algún centro de educación superior.
Implica, a su vez, un máximo de 30 horas semanales, con un límite de 6 días continuos de trabajo. Las jornadas diarias tienen un límite de 10 horas diarias pero que pueden ser divididas en tres. No se hace diferencia entre domingos y feriados, y en caso de vacaciones académicas, el contrato se puede suspender o aumentar las horas semanales a 45. Junto con eso, y uno de los ítems más polémicos, los empleados pueden no cotizar en salud y seguir siendo carga médica hasta los 24 años.
Veredas opuestas
«Nosotros consideramos que hay una precarización importante junto a una alta flexibilización. La no existencia de fueros sindicales ni maternales, la falta de indemnización por años de servicio, la no posibilidad de optar al contrato indefinido y la falta de prestaciones sociales, son muestras de eso», dice Andrea Sato, investigadora de la Fundación Sol.
La experta hace énfasis en que crear una figura paralela al Código del Trabajo propiciará «las jerarquías laborales, los trabajadores de primera y segunda categoría. Implica la precarización como política de Estado y va a irradiar a todo el mundo del trabajo», indica Sato, agregando que «el empleador va a preferir trabajadores con una alta flexibilidad horaria antes que un trabajador formal con sus leyes sociales respaldadas».
En esa línea, Sato pone como ejemplo los empleos del retail, donde se trabaja todos los días, incluyendo los domingos y feriados. «Esas empresas serán altamente beneficiadas por esa masa precarizada que les da un traje a medida con sus jornadas. Va en beneficio de los empresarios y en desmedro de la calidad de vida de las personas», añade la investigadora. Esa misma idea es la que alerta la CUT, que en varias oportunidades señaló la peligrosidad de que los jóvenes con ‘contrato especial’ terminen siendo más atractivos para los empleadores que los trabajadores formales.
Por la otra vereda, en cambio, llaman a no «crear una ola de miedo a los jóvenes». Horacio Llovet, fundador de Tu Primera Pega, es uno de los defensores del estatuto. «Venimos trabajando hace 7 años para mejorar el campo laboral en los más jóvenes y el estatuto es la primer medida que viene a ayudar a los que quieren estudiar y trabajar», dice.
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Frente a la posibilidad de que las empresas hagan uso de la mano de obra joven en desmedro de los contratados formales, Llovet responde enfático: «Es una falacia pensar que las empresas van a cambiar toda su mano de obra experimentada y dedicada por jóvenes sin experiencia que hacen sus primeras armas en el trabajo. También es mentira que se impondrán jornadas extenuantes, la ley dice expresamente que la jornada debe estar fijada de acuerdo a la disponibilidad del joven, la empresa es la que se amolda», agrega el experto.
Para Llovet, la alta informalidad de los jóvenes (un 35% del tramo entre 18 y 24 años) y el alto desempleo juvenil (14,6%), son cifras que ameritan la puesta en marcha del estatuto. «Los primeros tres años del estatuto serán evaluados constantemente por el Consejo Superior Laboral. Veamos si se precariza, si no favorece a los jóvenes y si las empresas reemplazan la mano de obra. Evaluémoslo año a año y vemos como anda. Esto ya se hace en Argentina y otros países del mundo donde los parámetros laborales son flexibles. Esto es vender verso barato», cierra Llovet.